Venezuela está cansada
RICARDO COMBELLAS | EL UNIVERSAL
domingo 8 de julio de 2012 03:43 PM
En la condición de observador internacional fui testigo directo y presencial del triunfo de doña Violeta de Chamorro en las elecciones presidenciales de Nicaragua, el año 1990. Recordaré aquí mi vivencia, oportuna a mi entender, dada la situación que experimenta Venezuela. Cuando llegué a Managua, dos semanas antes de los comicios, se respiraba una sensación de triunfo del Frente Sandinista y su candidato Daniel Ortega, quien aspiraba a la reelección. La abrumadora mayoría de las encuestas le vaticinaban una holgada victoria, complementada por una propaganda avasallante y un control hegemónico de todos los resortes del poder. Un gigantesco mitin final que había paralizado prácticamente a la ciudad capital, hacía prever a muchos su inevitable triunfo.
En acuerdo con mi compañero de faena, mi recordado amigo Boris Bunimov Parra, y faltando una semana para el día decisivo, alquilamos un carro y decidimos por nuestra cuenta dar una vuelta, visitando otras ciudades y pueblos del país. Sin poses ni afectaciones, nos deshacemos del traje formal y la corbata, y nos acomodamos los jeans y la guayabera para platicar con tanta gente como pudiéramos (profesionales y campesinos, obreros y amas de casa, ciudadanos de todas las clases sociales, jornaleros y comerciantes, gente joven, madura y de la tercera edad), fundamentalmente en plazas y mercados, donde late el corazón de las ciudades, palpando de inmediato un afecto, que muy pronto se traduciría en votos, hacia doña Violeta, la candidata de la oposición. Recuerdo el argumento fundamental de todos ellos; nos lo trasmitían en voz baja, sin estridencia pero con contundencia: estamos cansados. Cansados de la guerra y de la violencia, de tanto odio y división entre hermanos, de las carencias en la satisfacción de elementales necesidades, de la nostalgia por tanta juventud brillante y emprendedores hombres y mujeres, que habían optado por abandonar el país, cansados por la separación de las familias; en suma el pueblo nicaragüense estaba cansado y abrumadoramente, callada y civilizadamente apostó por Chamorro y su concluyente victoria, con alrededor del sesenta por ciento del voto de los sufragantes.
La recordada vivencia de Nicaragua me viene a la mente una y otra vez en estos días de comienzo de la campaña presidencial. Y es que al igual que en el hermano país, cambiando obviamente lo cambiable, Venezuela muestra su verdadero rostro, su inquietud generalizada, su emergente actitud derivada de que Venezuela, los venezolanos, estamos cansados. Cansados de un régimen que se nos torna demasiado largo y que nos compele a proyectarse hasta el fin de los días (piénsese que el triunfo de Chávez cierra a toda una generación de venezolanos la posibilidad de la presidencia), cansados de la violencia criminal cotidiana, cansados de tanto odio, de tanto insulto, del despilfarro, de familias divididas, de la involución del destino nacional, de la diáspora de tantos venezolanos valiosos, cansados del proyecto socialista-comunista, cansados de tanto desafuero y, por sobre todo cansados de que nos siga gobernando un hombre enfermo, dolorosamente golpeado por la enfermedad, pero por sobre todo enfermo de poder.
En conclusión, tengo el presentimiento (no necesito, como no lo necesitaron los nicaragüenses de entonces, el pronóstico de afiebrados encuestólogos para comprobarlo), de que la mayoría de los venezolanos, cual mayoría silenciosa, callada pero contundentemente, se pronunciará claramente el 7 de octubre, pues sencillamente está cansada, y por ende apostará por el cambio del régimen imperante. ¡Así de sencillo!
ricardojcombellas@gmail.com
En acuerdo con mi compañero de faena, mi recordado amigo Boris Bunimov Parra, y faltando una semana para el día decisivo, alquilamos un carro y decidimos por nuestra cuenta dar una vuelta, visitando otras ciudades y pueblos del país. Sin poses ni afectaciones, nos deshacemos del traje formal y la corbata, y nos acomodamos los jeans y la guayabera para platicar con tanta gente como pudiéramos (profesionales y campesinos, obreros y amas de casa, ciudadanos de todas las clases sociales, jornaleros y comerciantes, gente joven, madura y de la tercera edad), fundamentalmente en plazas y mercados, donde late el corazón de las ciudades, palpando de inmediato un afecto, que muy pronto se traduciría en votos, hacia doña Violeta, la candidata de la oposición. Recuerdo el argumento fundamental de todos ellos; nos lo trasmitían en voz baja, sin estridencia pero con contundencia: estamos cansados. Cansados de la guerra y de la violencia, de tanto odio y división entre hermanos, de las carencias en la satisfacción de elementales necesidades, de la nostalgia por tanta juventud brillante y emprendedores hombres y mujeres, que habían optado por abandonar el país, cansados por la separación de las familias; en suma el pueblo nicaragüense estaba cansado y abrumadoramente, callada y civilizadamente apostó por Chamorro y su concluyente victoria, con alrededor del sesenta por ciento del voto de los sufragantes.
La recordada vivencia de Nicaragua me viene a la mente una y otra vez en estos días de comienzo de la campaña presidencial. Y es que al igual que en el hermano país, cambiando obviamente lo cambiable, Venezuela muestra su verdadero rostro, su inquietud generalizada, su emergente actitud derivada de que Venezuela, los venezolanos, estamos cansados. Cansados de un régimen que se nos torna demasiado largo y que nos compele a proyectarse hasta el fin de los días (piénsese que el triunfo de Chávez cierra a toda una generación de venezolanos la posibilidad de la presidencia), cansados de la violencia criminal cotidiana, cansados de tanto odio, de tanto insulto, del despilfarro, de familias divididas, de la involución del destino nacional, de la diáspora de tantos venezolanos valiosos, cansados del proyecto socialista-comunista, cansados de tanto desafuero y, por sobre todo cansados de que nos siga gobernando un hombre enfermo, dolorosamente golpeado por la enfermedad, pero por sobre todo enfermo de poder.
En conclusión, tengo el presentimiento (no necesito, como no lo necesitaron los nicaragüenses de entonces, el pronóstico de afiebrados encuestólogos para comprobarlo), de que la mayoría de los venezolanos, cual mayoría silenciosa, callada pero contundentemente, se pronunciará claramente el 7 de octubre, pues sencillamente está cansada, y por ende apostará por el cambio del régimen imperante. ¡Así de sencillo!
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