Miss cuestiona cultura de belleza tras sobrevivir al cáncer
En Venezuela "se invierte mucho dinero en verse bella y no en salud". (Foto EFE)
EFE
Eva Ekvall fue Miss Venezuela en 2000 pero un cáncer cambió su vida y su percepción de lo que rodea a ese mundo, y ahora cuestiona la utilización de la salud como medio para lograr la belleza y no para prevenir y curar enfermedades, en un país volcado a este tipo de concursos.
Con el pelo aún corto en recuerdo permanente del cáncer de mama que acaba de superar, Ekvall, de 28 años y hoy presentadora de televisión, libra su propia cruzada para sensibilizar sobre un drama que ha recogido en un libro recopilatorio de sus correos y mensajes durante el tratamiento.
"Ya sé lo que se siente no tener un pelo de tonta", publicó Ekvall en su cuenta de Twitter el 10 de marzo tras afeitarse la cabeza según recoge en su libro.
En Venezuela "se invierte mucho dinero en verse bella y no en salud", consideró la modelo, que reivindica la prevención en salud como otra forma "de cuidarse físicamente" porque "si estás enferma -aseveró Ekvall- no te vas a ver bella".
Con sólo 27 años, Ekvall conoció la noticia de que tenía cáncer de mama y, durante ocho meses, se enfrentó a la enfermedad acompañada de familiares y amigos y sin dejar de acudir a su trabajo, en los noticieros de una de las principales cadenas de televisión del país.
Ekvall recordó que cuando supo que tenía cáncer se molestó con ella misma por no haber acudido antes a un especialista, ya que su abuela murió de la misma enfermedad y su tía también la padeció en dos ocasiones.
"Cuando supe que estaba enferma mis senos dejaron de gustarme, porque tenían esta enfermedad, (...) no sentía que era lo que quería exhibir, ni nada, porque me estaban matando, básicamente", resaltó Ekvall que, hasta entonces, veía en sus pechos una de las partes más agradables de su cuerpo.
Ekvall logró vencer al cáncer de mama. (Foto EFE)
Ekvall, una miss poco usual, marcó las distancias con aquella época en la que fue declarada la mujer más bella de Venezuela y una de las más bonitas del universo y, desde el comienzo de su carrera, declaró su interés por dedicarse al periodismo.
"Yo fui miss hace once años, así que ni siquiera se me puede decir que soy una miss, tenía 17 años. Ahora tengo 28 y no tengo nada que ver con esa niña que fui", señala Ekvall.
Sin dejar de reconocer la importancia del cuidado de la imagen, ahora la ex miss se ha volcado en la tarea de difundir las precauciones que hay que tener con enfermedades como el cáncer de mama y la importancia de diagnosticarlo a tiempo.
"Todas las mujeres, en cierto modo, sí le damos importancia al físico, pero para mí era una cuestión de sobrevivir y ya eso no era importante", aseguró la modelo.
Ekvall colabora como portavoz de la asociación Senos Ayuda, una organización venezolana destinada a dar apoyo a víctimas del cáncer de mama e informar para prevenirlo en las mujeres venezolanas.
Precisamente, fue esta organización la que propuso a Ekvall documentar el proceso de su enfermedad con las fotos del conocido fotógrafo venezolano Roberto Mata y que, después, se convertirían, junto a los correos que la modelo envió a sus familiares, en el libro "Fuera de Foco".
En la mayoría de los textos que aparecen en el libro, Ekvall muestra su fortaleza frente a la enfermedad porque no quiso "dramas de ningún tipo" y consideró que los que más sufren en estos casos son los familiares.
Sin embargo, la modelo afirmó que también hubo malos momentos en los que se derrumbó, porque, en contra de los tópicos generales, las misses también lloran. En este sentido, afirmó que "lo peor" de la experiencia fue no poder tomar en brazos a su hija en su primer cumpleaños, al poco tiempo de someterse a la mastectomía.
También aprovechó para agradecer los gestos de cariño de anónimos que, incluso, "se cortaron su cola (coleta) y la donaron" para solidarizarse con Ekvall y con todas las víctimas de cáncer de mama.
Espera que su libro sirva para sensibilizar a mujeres que se pueden plantear hacerse un implante, en un país en que ese tipo de cirugía es corriente, sin pretender que dejen de hacerlo. "Lo bueno es que el médico, si es profesional, antes tiene que hacerte una mamografía", agregó Ekvall.
Iraida Fermín de Izaguirre || Cauce Claro
Jugar muñecas... ¿peligroso?
carmen.eman@gmail.com
En una oportunidad leí una entrevista que le hacían a una persona; no sé por qué motivo llegaron al tema de las Barbie. Para mi sorpresa, se dijo que eran inmorales porque propiciaban la frivolidad y que no debía dárseles a las niñas... ¡Habrase visto! Cada día las teorías se multiplican sobre los tópicos más variados y disímiles; ahora resulta que jugar con muñecas -como también suele decirse- es inmoral y que a las niñitas desde bien pequeñitas hay que ponerles un trajecito sastre, un maletín o un micrófono y enseñarles simular una entrevista, una conferencia o un discurso... para que no se formen frívolas. Ahora falta que también esas decimonónicas ideas salgan por allí a pregonar que si una mujer es bonita, vistosa o elegante, no debe tener neuronas.
Pero volviendo a la connotación de inmoral, el diccionario de nuestra extensa lengua define esa palabra inmoral como "opuesto a la moral o a las buenas costumbres". Y digo yo: ¿en qué forma se opone a la moral o las buenas costumbres jugar con una muñeca bonita y arreglada? Y voy más lejos: ¿quién ha visto una muñeca fea? Si en algún momento a las grandes empresas se les ocurre fabricar una muñeca bizca, por ejemplo, nadie la compra porque lo menos que puede hacer una niña a la que se le regale y que va a jugar con ella como si fuera su hija, es llorar de tristeza porque le nació con los ojos torcidos, y buscarse inmediatamente otra que haga el papel de médico para que se la opere y le deje los dos ojos derechitos como los quiere tener todo el mundo.
Yo pienso -y que perdonen los puristas del lenguaje y los que piensen diferente- que son sifrinismos de la gente que se jacta de culta, a menos que, como en la célebre fábula de la zorra, como no pudieron tenerlas por cualquier razón ahora fabriquen esas absurdas teorías. Una cosa es que estas muñecas -y conste, yo no tengo acciones en la compañía que las fabrica- sean costosas y que desafortunadamente no pueden adquirirlas todos los padres para sus niñas y tienen que conformarse con otras más económicas, y otra bien diferente es que si alguien juega con ellas necesariamente va a desarrollársele una patología psicológica de querer ser idéntica a la muñeca para que la guarden en una caja de cartón, sin sesos y sin ideas.
La conseja de que para ser una buena ejecutiva hay que ser fea y estar vestida como ama de llaves inglesa, no se lo creen ni aquéllos con quienes la naturaleza fue bastante mezquina. Esos determinismos, amigos, están como dicen los franceses, demodé. Ejemplos hay por millares: niñas con muñecas han llegado a ser mujeres que en nada se asemejan a la frivolidad, que no son ligeras, veleidosas, insubstanciales, fútiles ni de poca monta, que es como define el diccionario aquella condición; como también hay muchas otras, sin muñecas, que de verdad han hecho bien poco en la vida que valga la pena.
Yo me gradué en la universidad cuando para montarse la toga y el birrete, había que exprimirse el cerebro después de dedicarle a los estudios muchísimas horas; fui docente inmediatamente, he desempeñado varios cargos y afortunadamente lo he hecho bien; he escrito libros de Derecho; tengo familia, hijos bien formados -y que jugaron bastante con todo lo apropiado para ellos-; he representado a mi país en la CIM (Comisión Interamericana de Mujeres de la OEA) y aparezco en la obra "Quién es quién en Venezuela" (sin haber pagado un centavo) y donde se reseñó un conjunto de venezolanos destacados no por frívolos. Y, amigos, hay que ver cómo jugué muñecas de pequeña y siempre me lamento que en aquellos años no habían fabricado la Barbie.
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