Clasicismo contra el caos
12:45 10 Marzo 2011 | |
Autor del articulo: EFE Reportajes
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Cuando todo se derrumba y el llanto, el polvo y la polvora se desvanecen, el caos toma cuerpo. Es entonces cuando el orden se vuelve necesidad. El arte toma partido entre 1918 y 1936 en Europa y el clasicismo se configura como el relevo a la innovación. Así lo refleja la exposición “Caos y Clasicismo” que se presenta en el Museo Guggenheim de Bilbao.
-- Pablo Picasso llegó a decir en aquellos años que el arte de pintores de otras épocas estaba más vivo que nunca. Fue entonces ejecutó su obra más clasicista.
-- Pinturas de Giorgio de Chirico y de Carlo Carrà se muestran de dan la mano con las de Fernand Léger o las de Gino Severini.
-- El lado oscuro del clasicismo comienza a tomar forma cuando para Hitler el arte clásico proporcionaba una imagen de perfección humana a la que los alemanes debían aspirar. “Lo que empezó como algo inocente después de la Primera Guerra Mundial, desembocó en un sitio oscuro”, sentencia Kenneth E. Silver, comisario de la exposición.
Prepárense para imaginar el horror que se puede encontrar tras lo cotidiano. Una búsqueda de la calma a través de esculturas, pinturas, arquitectura, moda, arte decorativo o cine que hace olvidar una época convulsa, como fue el periodo de entreguerras europeo. El equilibrio establecido hasta ese momento se desmorona y la necesidad de regresar a una dinámica de orden era un grito en la sociedad, que los artistas se encargaron de plasmar en sus obras.
Eso es lo que trata de reflejar la exposición “Caos %26amp; Clasicismo. Arte en Francia, Italia, Alemania y España, 1918-1936” que presenta el Museo Guggenheim de Bilbao, patrocinada por BBVA y que se podrá ver hasta el 15 de mayo.
Una maravillosa escultura en bronce de Aristide Maillol, denominada “Île de France”, le dará la bienvenida y la imagen de que los movimientos de vanguardia de preguerra como el cubismo, el futurismo o el expresionismo quedaron relegados en favor de un regreso estético al clasicismo, al orden y a las imágenes propias de la Grecia clásica.
Kenneth E. Silver, catedrático de Arte Moderno de la Universidad de Nueva York es el comisario de la exposición y afirma que la muestra intenta “recalcar el renacimiento de la vida clásica en Europa. Del caos surge el arte dedicado a la luz, la belleza la tradición y la historia”.
ORDEN Y CONFIANZA.
Y añade que en esos momentos, tras el fuerte trauma generado por la primera gran contienda europea en los países implicados, los artistas "abandonaron los movimientos expresivos dominantes hasta entonces (cubismo, expresionismo, futurismo, etc) y volvieron su mirada hacia el arte clásico. Se rechaza la experimentación anterior a la guerra en favor de una organización más racional".
La exposición tuvo su primera etapa en el Museo Guggenheim de Nueva York y en España se ha ampliado con la participación de otros artistas de la época, especialmente de arte catalán y del País Vasco.
Pablo Picasso, el genial artista malagueño, llegó a decir en aquel momento que el arte de pintores de otras épocas estaba más vivo que nunca. El pintor encarnó esa tendencia sin abandonar el cubismo. Pero fue entonces cuando ejecutó su obra más clasicista, no sin teñirla de un halo melancólico, como nos muestra su "Mujer de blanco", o la perfección del retrato de su mujer ”Olga”, sin dejar de olvidar el aire bucólico de su obra “Escenas de la playa”.
El recorrido abarca obras centradas en la más pura antigüedad de la vanguardia parisina; en el renacimiento politizado del Imperio Romano, bajo el gobierno de Benito
Mussolini; en el utopismo funcionalista de la arquitectura de Estilo Internacional, originada en la Bauhaus; y, por último, sobre la estética del emergente nazismo.
El periodo por el que se extiende la exposición está comprendido entre el armisticio, tras la Primera Guerra Mundial, y la celebración de los Juegos Olímpicos de 1936.
Pinturas de Giorgio de Chirico y de Carlo Carrà se dan la mano con las de Fernand Léger o las de Gino Severini.
La película de Jean Cocteau “La sangre de un poeta” demuestra que todas las artes se vieron involucradas en un proceso de ‘renovación’ y que las obras de Otto Dix, las más expresivas en torno al horror de la guerra, marcan el comienzo de una nueva etapa. Mientras que Mies van der Rohe utiliza las formas clásicas y la tecnología moderna para desafiar al expresionismo, en la Alemania de entreguerras.
En un ejercicio de sinceridad, Silver advierte que le resulta imposible establecer cuáles de las obras no pueden dejar de verse. “Podría elegir entre las de los artistas más famosos, pero no sé si son más importantes que algunas de las de artistas menores, más desconocidos".
El recorrido temático de la exposición termina con el ascenso al poder de Adolf Hitler y el culto al cuerpo, que tiene como culmen la celebración de los Juegos Olímpicos en Berlín. Un elemento, el cuerpo, que se manifiesta como alegoría de la perfección y que se valora, en opinión del comisario "por encima del intelecto entre nazis e italianos, que asumen que lo espiritual pase a un segundo plano".
-- Pinturas de Giorgio de Chirico y de Carlo Carrà se muestran de dan la mano con las de Fernand Léger o las de Gino Severini.
-- El lado oscuro del clasicismo comienza a tomar forma cuando para Hitler el arte clásico proporcionaba una imagen de perfección humana a la que los alemanes debían aspirar. “Lo que empezó como algo inocente después de la Primera Guerra Mundial, desembocó en un sitio oscuro”, sentencia Kenneth E. Silver, comisario de la exposición.
Prepárense para imaginar el horror que se puede encontrar tras lo cotidiano. Una búsqueda de la calma a través de esculturas, pinturas, arquitectura, moda, arte decorativo o cine que hace olvidar una época convulsa, como fue el periodo de entreguerras europeo. El equilibrio establecido hasta ese momento se desmorona y la necesidad de regresar a una dinámica de orden era un grito en la sociedad, que los artistas se encargaron de plasmar en sus obras.
Eso es lo que trata de reflejar la exposición “Caos %26amp; Clasicismo. Arte en Francia, Italia, Alemania y España, 1918-1936” que presenta el Museo Guggenheim de Bilbao, patrocinada por BBVA y que se podrá ver hasta el 15 de mayo.
Una maravillosa escultura en bronce de Aristide Maillol, denominada “Île de France”, le dará la bienvenida y la imagen de que los movimientos de vanguardia de preguerra como el cubismo, el futurismo o el expresionismo quedaron relegados en favor de un regreso estético al clasicismo, al orden y a las imágenes propias de la Grecia clásica.
Kenneth E. Silver, catedrático de Arte Moderno de la Universidad de Nueva York es el comisario de la exposición y afirma que la muestra intenta “recalcar el renacimiento de la vida clásica en Europa. Del caos surge el arte dedicado a la luz, la belleza la tradición y la historia”.
ORDEN Y CONFIANZA.
Y añade que en esos momentos, tras el fuerte trauma generado por la primera gran contienda europea en los países implicados, los artistas "abandonaron los movimientos expresivos dominantes hasta entonces (cubismo, expresionismo, futurismo, etc) y volvieron su mirada hacia el arte clásico. Se rechaza la experimentación anterior a la guerra en favor de una organización más racional".
La exposición tuvo su primera etapa en el Museo Guggenheim de Nueva York y en España se ha ampliado con la participación de otros artistas de la época, especialmente de arte catalán y del País Vasco.
Pablo Picasso, el genial artista malagueño, llegó a decir en aquel momento que el arte de pintores de otras épocas estaba más vivo que nunca. El pintor encarnó esa tendencia sin abandonar el cubismo. Pero fue entonces cuando ejecutó su obra más clasicista, no sin teñirla de un halo melancólico, como nos muestra su "Mujer de blanco", o la perfección del retrato de su mujer ”Olga”, sin dejar de olvidar el aire bucólico de su obra “Escenas de la playa”.
El recorrido abarca obras centradas en la más pura antigüedad de la vanguardia parisina; en el renacimiento politizado del Imperio Romano, bajo el gobierno de Benito
Mussolini; en el utopismo funcionalista de la arquitectura de Estilo Internacional, originada en la Bauhaus; y, por último, sobre la estética del emergente nazismo.
El periodo por el que se extiende la exposición está comprendido entre el armisticio, tras la Primera Guerra Mundial, y la celebración de los Juegos Olímpicos de 1936.
Pinturas de Giorgio de Chirico y de Carlo Carrà se dan la mano con las de Fernand Léger o las de Gino Severini.
La película de Jean Cocteau “La sangre de un poeta” demuestra que todas las artes se vieron involucradas en un proceso de ‘renovación’ y que las obras de Otto Dix, las más expresivas en torno al horror de la guerra, marcan el comienzo de una nueva etapa. Mientras que Mies van der Rohe utiliza las formas clásicas y la tecnología moderna para desafiar al expresionismo, en la Alemania de entreguerras.
En un ejercicio de sinceridad, Silver advierte que le resulta imposible establecer cuáles de las obras no pueden dejar de verse. “Podría elegir entre las de los artistas más famosos, pero no sé si son más importantes que algunas de las de artistas menores, más desconocidos".
El recorrido temático de la exposición termina con el ascenso al poder de Adolf Hitler y el culto al cuerpo, que tiene como culmen la celebración de los Juegos Olímpicos en Berlín. Un elemento, el cuerpo, que se manifiesta como alegoría de la perfección y que se valora, en opinión del comisario "por encima del intelecto entre nazis e italianos, que asumen que lo espiritual pase a un segundo plano".
Las pinturas de gladiadores de Chirico son buena prueba de ello y el cine propagandista de Leni Riefenstahl, con su película “Olimpiada”, también. Una etapa estremededora y sobre la que, conocida la historia, se empieza a vislumbrar la tragedia. El deseo de apropiarse del concepto de Olimpiada y la frase de Hitler “nosotros somos la reencarnación de los antiguos griegos y romanos”, resulta hoy reveladora. El lado oscuro del clasicismo comienza a tomar forma cuando, para Hitler, el arte clásico proporcionaba una imagen de perfección humana a la que los alemanes debían aspirar. “Lo que empezó como algo inocente después de la Primera Guerra Mundial, desembocó en un sitio oscuro”, sentencia Kenneth E. Silver. |
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