MARÍA COMO EJEMPLO
DE VIDA CONTEMPLATIVA
Por P. Beda Hornung OSB
El planteamiento
En la letanía llamamos a María “Reina de los apóstoles, de los mártires, de los confesores, etc.…” Tomando en cuenta las exageraciones que había – y todavía hay – en las devociones a la Virgen, nos preguntamos si no es un poco forzado hablar de ella también en el contexto de la contemplación. ¿Será posible que ella, realmente, dé para todo?
María en el Nuevo Testamento
Pero, prescindamos de las exageraciones, y veamos la realidad, tal como nos la presenta la fuente más autorizada que es el Nuevo Testamento. Ya en tiempos del Nuevo Testamento se miraba a esta mujer no solamente como individuo, sino como una persona cargada de un alto significado simbólico. Franz Mussner, exegeta católico, muestra que la mujer del Apocalipsis (Apocalipsis 12) representa en un único símbolo al pueblo de Israel, a la persona de María de Nazaret, y a la Iglesia (Franz Mussner, Maria, die Mutter Jesu im Neuen Testament, [María, la Madre de Jesús en el Nuevo Testamento] EOS Verlag St. Ottilien, 1993). También el hecho de que Lucas pone el himno antiquísimo del “Magníficat” en boca de la joven María, da a entender que ya en aquellos tiempos apostólicos, se le tenía una veneración muy grande.
El Concilio Vaticano II
También el Concilio Vaticano II, después de discutir varias opciones, decidió incluir el texto sobre María en la Constitución Dogmática “Lumen Gentium”, sobre la iglesia. María, en el marco de la Iglesia, “también es saludada como miembro sobre-eminente y del todo singular de la Iglesia, su prototipo y modelo destacadísimo en la fe y caridad y a quien la Iglesia católica, enseñada por el Espíritu Santo, honra con filial afecto de piedad como a Madre amantísima” (Vat II, Constitución Dogmática “Lumen Gentium”, no. 53)
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Por su íntima unión con Dios, sólo podemos entender a María desde la contemplación.
Hay muchas maneras de leer la biblia; depende del punto de vista del lector. Así, tenemos últimamente escritos sobre María “desde los pobres”, porque ella fue pobre. También, en la teología feminista, hay intentos de verla desde el punto de vista de la mujer. Son intentos legítimos; aunque, debo reconocerlo, a veces me parecen deficientes. Algunas de estas teólogas feministas la ven sometida a José, e incluso a un Dios masculino, todo eso como fruto de un pensamiento patriarcal. Pero, como vemos en Gen 3, éstas son categorías de dominación que entran en el mundo como consecuencia del pecado. ¿Cuál es, a mi entender, el lugar desde donde debemos leer a María, para que nos revele toda su riqueza? Como ella ha estado relacionada con Dios tan íntimamente, como ningún otro ser humano, creo que no me equivoco si digo que la única manera de hacerle justicia a ella, es verla desde la contemplación, desde nuestra íntima unión con Dios.
Dice también Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein: “En la Sagrada Escritura encontramos pocas palabras de la Virgen, pero son como granos de oro puro: si los fundimos con el fuego de una amorosa contemplación, serán suficientes para irradiar sobre toda nuestra vida el esplendor luminoso de las virtudes de María”.
Y San Luis María Grignon de Montfort nos dice: “¡María no es el centro, pero está en el centro!”
El nombre de María
Comencemos, entonces, con el nombre de María. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento encontramos anuncios del nacimiento de un niño, junto con el significado de su nombre y la misión que tendrá, por ejemplo, “le pondrás por nombre Jesús. Se llamará así porque salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1,21). “Jesús” significa “Dios salva”.
En el caso de María, la madre de Jesús, no tenemos ninguna referencia o explicación de este tipo. Sin embargo, como decían los antiguos romanos, “nomen est omen – el nombre es un presagio”, me gustaría indagar un poco en el significado de este nombre, para ver lo que ella pudo haber sido, y lo que Dios ha hecho en quien se llamaba así.
Nosotros la llamamos “María”; este es el nombre que tiene en el evangelio de Mateo. Lucas la llama “Mariám”, que es la forma aramea de “Miriam”. ¿De dónde viene esta palabra? Miriam, la hermana mayor de Moisés, nos puede dar una pista. Su nombre tiene que ver con “rebelión” (Números 12,1-16). De hecho, la raíz de esta palabra (“mar”) significa “rebelde, revoltoso, provocar, desobediente, contra, amargado, cambiado, provocación”. Como verbo, en su forma básica, “mará” significa “rebelarse, ser desobediente contra el padre o contra Dios”. En su forma causativa significa, mostrar todas estas actitudes. (Enhanced Strong’s Lexicon, [Oak Harbor, WA: Logos Research Systems, Inc.] 1995). Éstas no son precisamente características muy positivas.
Pero, saquemos nuestra información del Evangelio de Lucas. El texto que más nos habla de María es el de la Anunciación. Es importante recordar una cosa: Todo el Evangelio, también el de la Anunciación, nos habla de Jesús. Las demás personas se pueden ver solamente en relación con Él; cómo actúan, cómo las afecta Él, qué cambios provoca en ellas. En este sentido, la Anunciación es un texto muy rico porque nos habla de un encuentro íntimo de María con Dios, y de las consecuencias que tiene esto en María.
Otro punto importante es que este relato es un esquema, concretamente una combinación del esquema de vocación con el de una misión. Pero, dejemos esto a los estudiosos. En todo caso, detrás de este esquema está una experiencia humana, una experiencia de Dios, con todas las actitudes y respuestas humanas que esto implica.
Dice el texto que “el ángel entró donde estaba ella”. Dios toma la iniciativa, y entra en nuestra vida, allí donde estamos. Llama a María la “llena de gracia; el Señor está – es – contigo”. Por lo tanto, tendremos que leer todas estas características de “Miriam” en clave positiva: me hace pensar en una joven que “no es del montón”, que es “fuera de serie”, que tiene personalidad propia, que no sigue la corriente de todo el mundo, que se atreve a cuestionar lo de siempre, que es libre; incluso su relación con Dios no es la de costumbre, como la de todo el mundo. En resumidas cuentas, es una mujer diferente que nos puede sorprender a todos. Ella no tenía necesidad de convertirse porque nunca se había alejado de Dios. Pero, eso sí, esta relación con Dios tuvo que madurar y profundizarse en el tiempo.
En este detalle está una primera buena noticia para nosotros: Dios nos sale al encuentro en el sitio y en la situación en que estamos, y nos deja saber que está con nosotros; estamos llenos de su gracia. Es lo que el P. Thomas Keating llama nuestra bondad básica. El aceptar esta bondad básica es un salto cualitativo en nuestro camino espiritual; en otras palabras: es entonces cuando realmente comenzamos a crecer. “Esta esencia de bondad puede crecer y desarrollarse de manera ilimitada, y llegar a convertirse en imagen de Cristo” (Mente Abierta, Corazón Abierto, capítulo 13, pg. 138). Y es más: ¡no hay gente mala! La Palabra de Dios nos recuerda que todos somos buenos. Forzando un poco la gramática española, diría que “estamos malos”, pero somos buenos.
María Contemplativa
Soledad
“El ángel entró donde estaba ella”, y ella “se turbó y se preguntaba qué significaría aquel saludo” (Lucas 1,29). No hay video documental de lo que le pasó a María en la anunciación. Sólo podemos intuir que tuvo una experiencia del más allá, que no podía ser invento de ella. Si no, ¿por qué se habría sorprendido? El mensaje que sigue rompe todos los esquemas del pensamiento humano. Debe haber sido una experiencia de soledad extrema. Para eso, tomemos también en cuenta que María, al tiempo de la anunciación, es una joven, casi adolescente todavía, de un pueblo pequeño donde todos conocen a todos, y donde todo el mundo debe hacer lo que se espera de él. Lo vemos más tarde, cuando Jesús predica en la sinagoga de Nazaret, donde se había criado; se preguntaron admirados: “¿Dónde aprendió este tantas cosas? ¿De dónde ha sacado esa sabiduría y los milagros que hace? ¿No es este el carpintero, el hijo de María…? Y no tenían fe en él” (Marcos, 6,2-3). También Natanael pregunta a Felipe: “¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno?” (Juan 1,46). Nosotros, hoy en día, conocemos esto como “sobre-identificación con el grupo”.
María está sola con su decisión de aceptar el anuncio del Ángel. No puede esperar el apoyo de nadie, ni siquiera de los más creyentes. Años más tarde vemos en Pedro este mismo deseo de estar acompañado. Cuando el Señor lo había invitado al seguimiento, él respondió: Señor, y a este, ¿qué le va a pasar? Jesús le contestó: ¿qué te importa a ti? Tú sígueme (Juan 21,21-22). Cuando le permitimos a Dios entrar en nuestras vidas, la soledad será nuestra parte; pero, como dicen los místicos, “una soledad acompañada”, porque muy dentro de nosotros sabemos que Dios está con nosotros.
Me gustaría ilustrar este fenómeno desde otro ángulo: según Gen 3, el hombre no puede estar solo con su pecado. Eva toma del fruto prohibido, y le da a Adán. Lo sabemos por observación – ¡o por experiencia! – que no nos gusta estar solos con nuestros vicios. Los alcohólicos toman juntos – y cuando lo hacen solos, se esconden. En Venezuela los llamamos “concañeros” (del aguardiente de caña); otros comparten cigarrillos, drogas, etc. A veces se ejerce presión para que el otro también peque.
Uno no puede estar solo. O se identifica con su grupo, o se une a Dios. La soledad absoluta sería el infierno. Y, como la sobre-identificación con el grupo es por motivos egoístas, ésta se muere con nosotros, o con el grupo. A la larga, sólo nos salva la unión con Dios. Y ésta significa soledad. “El que no deja padre y madre…”
Silencio
María consintió a la acción de Dios. Está embarazada. ¿Cómo puede hablar de este embarazo? ¿Quién se lo creería? Podría hablar de una aparición; pero, ¿de un embarazo como consecuencia de ésta? Para María comienza el camino de confianza en Dios. Él le ha confiado este niño, Él sabrá arreglar todo. Humanamente, aquí no se puede explicar nada. María guarda silencio. Es el silencio de la confianza en Dios, el silencio del pudor espiritual, el silencio de la humildad.
No tenemos por qué proclamar en seguida lo que Dios ha hecho en nosotros, antes de que se vea. En su tiempo, Dios manifestará los frutos de lo que ha sembrado. A veces he observado que algunas personas, inmediatamente después de su “conversión”, comenzaron a predicar. Pero se les notaba que la conversión no había tomado posesión de todo su ser. Estaba en la cabeza; el resto – el “piloto automático” – seguía bajo el mando del falso yo. El silencio es este espacio donde lo nuevo puede desarrollarse, crecer en silencio, como una semilla que germina, a veces después de mucho tiempo. Aquí no se trata solamente de nuevas funciones, sino de un nuevo ser. Dios nos transforma del todo.
En este contexto, también es interesante observar que María, después de la visita de los pastores al pesebre, no dice nada; al contrario, “María conservaba el recuerdo de todo esto, meditándolo en su interior” (Lucas 2,19). Lo mismo, después de haberlo encontrado en el templo y habiendo bajado a Nazaret, Lucas dice: “María conservaba en su interior el recuerdo de todo aquello” (Lucas 2,51).
Pero ya desde el comienzo, el silencio de María se manifiesta como lo que facilita la escucha. Si hubiera estado llena de ruidos interiores, ¿cómo habría podido percibir la voz de Dios en la anunciación? Así vemos que el silencio está en función de la palabra, de la escucha. Sólo si sabemos callarnos y prescindir de los ruidos exteriores e interiores que siempre están presentes, somos capaces de escuchar la voz del Señor, que nos habla en el silencio.
Servicio
Llegamos al final de la conversación del Ángel con María. La respuesta de ella es: “Soy la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lucas 1,38). El evangelista usa aquí una palabra que suena muy fuerte a nuestros oídos modernos. En griego, la palabra “esclava” hace resonar los verbos “amarrar, encadenar, someter”. En nuestra cultura occidental, la palabra esclava no nos gusta. La esclavitud, al menos oficialmente, ha sido abolida, aunque, de hecho, existe todavía en múltiples formas. En la antigüedad era una institución normal. Los esclavos no tenían lo que llamamos hoy “derechos humanos”. Y, ¿las esclavas? En el derecho romano, por ejemplo, tener relaciones con la esclava no era considerado adulterio. Todos los abusos, incluso la tortura y el asesinato, eran posibles. El esclavo era una mercancía.
¿Cómo es posible que Lucas ponga semejante palabra en boca de María? Es una pregunta válida. Pero lo correcto sería preguntar, ¿qué entendemos por libertad? Si somos sinceros, siempre dependemos de alguien. Y, si vamos al fondo del asunto, ni siquiera dependemos de otros, sino de nuestros propios deseos de seguridad, de placer y figurar, y de dominar. Es nuestro falso yo que nos esclaviza, que nos impide asumir nuestra libertad. Porque la libertad no se pide, y mucho menos se mendiga; ¡no! Simplemente se ejerce. Y eso tiene consecuencias que no le gustan al falso yo. Por eso “negocia”. Ahora bien; si ejercemos nuestra libertad, tampoco es una libertad absoluta, como una “libertad de”. Nuestra libertad es una “libertad para”, concretamente para servir. “Libres de temor, arrancados de las manos de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia” (Lucas 1,74-75).
Esto es nuestro consentimiento a la acción de Dios - ¡en acción! Para nosotros, la alternativa no es, ser libres o ser esclavos. La verdadera alternativa es si estamos al servicio de Dios, o de gente que nos esclaviza. Porque el egoísta es incapaz del servicio. En vez de servir a los demás, se sirve de los demás, los utiliza, los instrumentaliza, los abusa. Y lo contrario también es verdad: “Lo que distingue a los enviados de Dios es su servicio” (Thomas Keating, Invitación a Amar, pg. 103). El que está al servicio de Dios no tiene por qué preocuparse de su seguridad, su buena reputación y su poder. Dios se encarga de todo esto.
Consentimiento
Y, para terminar, no debemos olvidar un detalle: Para entender mejor el anuncio a María, debemos leerlo en el contexto del anuncio a Zacarías (Lucas 1,5-25). Dios, en ningún momento pide permiso al hombre para hacer lo que quiere, ni siquiera a María. Esto es una proyección humana. Los verbos de este texto son claros: “concebirás… darás a luz… pondrás por nombre… etc.” Dios cumple su voluntad de toda manera. Zacarías tuvo dudas, pero se cumplió la voluntad de Dios. El ejemplo más claro de esto es el anuncio al rey Acaz (Isaías 7,10-14): éste no quiere pedir un signo. Pero Dios se lo da de todas maneras.
Me gusta ver esto en el contexto de la oración centrante, donde consentimos a la presencia y acción de Dios en nosotros. La cuestión no es si Dios actúa, sino si nosotros consentimos. De esto depende si llegamos a ser lo que Dios nos ha destinado que seamos. Por la autorrealización a nivel humano podemos llegar a una identidad del falso yo que, al final, muere con nosotros; por el servicio a Dios encontramos nuestra verdadera identidad, cuando “al vencedor, Jesús le da una piedra blanca en la que está escrito un nombre nuevo que nadie conoce sino quien lo recibe” (Apocalipsis 2,17).
Cuando fui escogido para hacer un postgrado en Chicago, no encontré alojamiento cerca de la universidad y tuve que buscar casa en suburbios diferentes a aquel donde estaba el campus. Por lo que podía pagar, sólo conseguí un sótano en Skokie, una localidad que representaba el súmmum de la judería asquenazí en el Midwest americano. Tan hebraica era la circunstancia que en diciembre, en los espacios públicos, uno no veía adornos de Santas -nacimientos, mucho menos- y lo que abundaban eran los chanukkiot, los candelabros de nueve luces. En el piso arriba del mío vivía un oftalmólogo que estaba haciendo un doctorado en la misma universidad. No tomamos mucha camaradería porque ambos estábamos mucho tiempo en clases o la biblioteca. Pero ambas esposas y nuestros hijos sí entrabaron amistad.
Un día, escuché cómo las vecinitas invitaron a mis hijos a buscar chametz en la casa de ellas. Primera vez que escuchaba esa palabra. Como no la conseguí en el diccionario, le pregunté a la vecina. Me explicó que significa "levadura", y que como al día siguiente comenzaba Pesach, la Pascua judía, por instrucción talmúdica había que limpiar y lavar el apartamento hasta dejarlo sin rastro de cosas que pudiesen fermentar, desde migas de pan, pasando por granos y llegando hasta vinagre y café. Y me invitó a que los acompañara en el seder, la cena ritual de esa festividad. Eddy se negó a acompañarme porque no iba a participar en un rito no católico. Traté de convencerla que un seder era lo que habían conmemorado Jesús y sus apóstoles, judíos practicantes, durante la Última Cena. ¡Nada! Me tocó ir sólo, pero antes fui a la biblioteca y me apuñalé sobre qué hacer y qué no.
No intento narrar cómo es un seder, pero algo diré para que entendamos una pizca de esa ceremonia llena de simbolismos. Para empezar, se realiza en la noche de la primera luna llena después del equinoccio de primavera; vale decir, que de ahí en adelante los días serán más cálidos, todo será menos arduo. El chal que usa el dueño de la casa no es el que tiene rayas celestes y que se usa para orar en los Shabat; el de esta ocasión es totalmente blanco. Fue el que vistió en el día de su boda y -aparte de las cenas pascuales- no lo llevará sino en el ataúd. Es para significar que este día es especial: conmemora la salida del pueblo judío de Egipto guiado por Moisés. Los alimentos que están en la mesa también tienen un significado. Hay, pero no para comer, un codillo de cordero y un huevo chamuscados; el cordero recuerda al que sacrificaron en Egipto para con su sangre marcar las puertas de sus casas a fin de que el ángel que exterminó a los primogénitos egipcios no los tocara a ellos; el huevo, las ofrendas que se hacía en el templo. Se come "hierbas amargas" -usualmente tiritas de rábano picante- que de cuando en cuando son untadas con una pasta de manzanas, nueces, dátiles, miel y vino. Lo fuertemente acerbo del rábano hace que a uno se le salten las lágrimas: busca que se recuerde cuán triste y amarga es la esclavitud. Lo dulce es para advertirnos que la certidumbre del alojamiento y la comida que están asegurados con la servidumbre -así como la tranquilidad de no tener que tomar decisiones- pueden ser confundidos por algunos como una evidencia de que la esclavitud es algo que vale la pena. Que no la vale. Y se toma cuatro copas de vino que representan las cuatro promesas que le hizo Dios a los hebreos: aliviarlos de las pesadas tareas de Egipto, liberarlos de la esclavitud, redimirlos y tomarlos como su pueblo escogido.
Después de muchísimas oraciones es cuando ¡por fin! Viene cena no ritual. Debo confesar que los platos no son muy atractivos a la vista. Pero los sabores son excelentes. Soy adicto a la sopa dematzo y al gefilte fish, un pastel de pescado, huevo sancochado, cebolla y mucha pimienta. Al finalizar, se vuelve a rezar y cada quien para su casa.
Los lectores que llegaron hasta aquí dirán: "Hoy es 19 de abril y no habló de la efeméride; estamos en Semana Santa y no razonó sobre nuestros ritos católicos". Es verdad, pero preferí aprovechar la celebración judía para hacer una comparación con lo que está pasando actualmente en Venezuela. La Pascua recuerda que hay momentos en los que se debe dejar de lado la tranquilidad que generan las dádivas tipo "misiones" -pero que implican la sujeción a la voluntad de otro- y decidirse a emprender un viaje, con sacrificios y dificultades, lejos del despotismo y los abusos, hacia la libertad, hacia la toma de las responsabilidades cívicas. Los exhorto a que nos imbuyamos de eso durante esta semana que invita a la reflexión…
hacheseijaspe@gmail.com
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