Tomado del blogspot."Por Cristo con El
y en El" del P. Beda Hornung osb
Sacerdote y monje benedictino de la Abadía "San José de Güigüe"
Edo. Carabobo
martes 5 de abril de 2011
La Incoherencia de los Creyentes
Como hemos pasado la mitad de la cuaresma, es un buen momento para tomar consciencia de algunas cosas que hacemos, o no hacemos. Entre otros episodios, los textos del Evangelio nos hablan de la curación de un ciego. Es una buena ocasión para pedirle a Dios que nos ilumine también a nosotros, para ver nuestra realidad, y la realidad de su amor para con nosotros.
Hace poco encontré el texto que sigue, en la revista Familia Mariannhill, Enero – Febrero 2011, páginas 12-13. Vale la pena reflexionar sobre él – ¡y tomarlo a pecho! Sigue el texto:
Es curioso comprobar cómo los creyentes cuando vamos a la Iglesia, sin el mayor asomo de vergüenza, llegamos tarde y buscamos, sin ser por ello humildes, los últimos sitios; pero cuando tenemos que asistir a cualquier evento nos organizamos para llegar a tiempo y poder escoger los mejores asientos.
Es curioso comprobar cómo los creyentes consideramos que los 45 minutos que dura la misa dominical son interminables; pero cuando de lo que se trata es ver varios partidos de fútbol a la semana, entonces el tiempo no cuenta para nada.
Es curioso comprobar cómo los creyentes juzgamos que dar 50 dólares a la Iglesia es un montón y si nos decidimos a darlos lo hacemos con dolor de nuestro corazón; pero cuando vamos de compras o de copas estimamos que esos dólares no son nada, por ello da gusto ver con qué alegría los gastamos.
Es curioso comprobar cómo los creyentes dejamos de asistir a misa los domingos con pasmosa facilidad, encontrando mil razones para ello; pero cuando se trata de una consulta médica acordada o de una excursión programada, nos espabilamos y arreglamos las cosas con pasmosa eficiencia.
Es curioso comprobar cómo los creyentes decimos que no encontramos palabras para orar y que no sabemos qué decir cuando nos ponemos a rezar; pero cuando estamos con las personas que nos interesan nos salen las palabras con total facilidad y, si estamos lejos, con asombrosa rapidez nos ponemos en contacto con ellas.
Es curioso comprobar cómo los creyentes nos podemos quedar dormidos cuando nos ponemos a leer algún capítulo de la Biblia; pero cuando de lo que se trata es leer el último chisme o romance de moda, no nos importa perder el sueño.
Es curioso comprobar cómo los creyentes nos tragamos sin eructar ni tener mala digestión todo lo que dicen los periódicos y los medios de comunicación; pero cuando se trata de creer las verdades de la fe, tal como se nos revelan en la Sagrada Escritura y nos propone el Magisterio de la Iglesia, todo son pegas y cuestionamientos.
Es curioso comprobar cómo los creyentes ponemos una y mil pegas si somos convocados a participar en alguna actividad de la comunidad parroquial, alegando que tenemos la agenda bien llena; pero cuando surge algo que nos gusta, aunque no esté programado, siempre estamos dispuestos y nos falta tiempo para alterar nuestra agenda.
Es curioso comprobar cómo los creyentes decimos estar siempre dispuestos a cumplir con lo que Dios nos pide, aunque no hacemos nada para ello; pero cuando de lo que se trata es tener éxito en nuestros negocios, bien que sabemos poner los medios y buscar las conexiones para ello.
Es curioso comprobar cómo los creyentes no tenemos dificultad alguna en aprender todo lo que está de moda o se lleva, volviéndonos expertos a la hora de enseñar a otros cómo se navega en la red o se utiliza un móvil de última gama; pero cuando se trata de aprender más sobre nuestra fe para así poder evangelizar mejor y dar mejor testimonio, nos volvemos asombrosamente torpes e inútiles.
Es curioso comprobar cómo los creyentes lucimos cruces en el pecho o peregrinamos a santuarios y nos enoja que se metan con nosotros; pero cuando se trata de dar la cara por Dios, por su honor y por su verdad, nos volvemos cobardes y vergonzosos, porque tememos que nos la partan.
Hace poco encontré el texto que sigue, en la revista Familia Mariannhill, Enero – Febrero 2011, páginas 12-13. Vale la pena reflexionar sobre él – ¡y tomarlo a pecho! Sigue el texto:
Es curioso comprobar cómo los creyentes cuando vamos a la Iglesia, sin el mayor asomo de vergüenza, llegamos tarde y buscamos, sin ser por ello humildes, los últimos sitios; pero cuando tenemos que asistir a cualquier evento nos organizamos para llegar a tiempo y poder escoger los mejores asientos.
Es curioso comprobar cómo los creyentes consideramos que los 45 minutos que dura la misa dominical son interminables; pero cuando de lo que se trata es ver varios partidos de fútbol a la semana, entonces el tiempo no cuenta para nada.
Es curioso comprobar cómo los creyentes juzgamos que dar 50 dólares a la Iglesia es un montón y si nos decidimos a darlos lo hacemos con dolor de nuestro corazón; pero cuando vamos de compras o de copas estimamos que esos dólares no son nada, por ello da gusto ver con qué alegría los gastamos.
Es curioso comprobar cómo los creyentes dejamos de asistir a misa los domingos con pasmosa facilidad, encontrando mil razones para ello; pero cuando se trata de una consulta médica acordada o de una excursión programada, nos espabilamos y arreglamos las cosas con pasmosa eficiencia.
Es curioso comprobar cómo los creyentes decimos que no encontramos palabras para orar y que no sabemos qué decir cuando nos ponemos a rezar; pero cuando estamos con las personas que nos interesan nos salen las palabras con total facilidad y, si estamos lejos, con asombrosa rapidez nos ponemos en contacto con ellas.
Es curioso comprobar cómo los creyentes nos podemos quedar dormidos cuando nos ponemos a leer algún capítulo de la Biblia; pero cuando de lo que se trata es leer el último chisme o romance de moda, no nos importa perder el sueño.
Es curioso comprobar cómo los creyentes nos tragamos sin eructar ni tener mala digestión todo lo que dicen los periódicos y los medios de comunicación; pero cuando se trata de creer las verdades de la fe, tal como se nos revelan en la Sagrada Escritura y nos propone el Magisterio de la Iglesia, todo son pegas y cuestionamientos.
Es curioso comprobar cómo los creyentes ponemos una y mil pegas si somos convocados a participar en alguna actividad de la comunidad parroquial, alegando que tenemos la agenda bien llena; pero cuando surge algo que nos gusta, aunque no esté programado, siempre estamos dispuestos y nos falta tiempo para alterar nuestra agenda.
Es curioso comprobar cómo los creyentes decimos estar siempre dispuestos a cumplir con lo que Dios nos pide, aunque no hacemos nada para ello; pero cuando de lo que se trata es tener éxito en nuestros negocios, bien que sabemos poner los medios y buscar las conexiones para ello.
Es curioso comprobar cómo los creyentes no tenemos dificultad alguna en aprender todo lo que está de moda o se lleva, volviéndonos expertos a la hora de enseñar a otros cómo se navega en la red o se utiliza un móvil de última gama; pero cuando se trata de aprender más sobre nuestra fe para así poder evangelizar mejor y dar mejor testimonio, nos volvemos asombrosamente torpes e inútiles.
Es curioso comprobar cómo los creyentes lucimos cruces en el pecho o peregrinamos a santuarios y nos enoja que se metan con nosotros; pero cuando se trata de dar la cara por Dios, por su honor y por su verdad, nos volvemos cobardes y vergonzosos, porque tememos que nos la partan.
Asi somos los venezolanos, el Presidente y las bobas de los Poderes Públicos
como lo hacía Cilia Flores que entregaba las leyes que condenaban al pueblo
con los ojos brillantes de amor por Chávez y la sonrisa
de mujer embelesada, o la Defensora del Pueblo que va escoltada hasta el culo
para el lugar donde hace Fitness y reclama si la instructora no asiste "porque
ella es la reina Isabel y la otra una simple instructora", mientras Chávez entrega
el país a los cubanos, a los iraníes, a los
chinos, a cuanta vaina se lo pida y con nuestros reales se van los políticos
a Miami, New York, el odiado Imperio
a comprar cuanta cosa Dios creó y el pueblo como un bolsa pasando el
hambre sorocha, con ropa china que se rompe a la segunda lavada, creyendo en
ellos.
Perdone P. Beda pero siempre desde niña he vivido esa similitud entre los
católicos, no los evangélicos ni los Testigos de Jehová o Budistas, con
los venezolanos que parece que les da pena ser ambas cosas.
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