24 abril 2011
afermin@el-carabobeno.com
Son 55 años los que tiene Samuel José Davalillo Espinoza, limpiando zapatos frente al cine Imperio (avenida Urdaneta con calle Libertad) con el mismo profesionalismo y cordialidad de siempre. Diariamente está allí, de 9 de la mañana a 3 de la tarde, con su alta silla de mimbre, que en su parte baja tiene una varilla entre las dos patas, en la que cuelga una campana que toca sonoramente, cuando ha finalizado el trabajo y es necesario cancelar quince bolívares, si es "limpio," y 20 si es "pulido".
Moreno, de baja estatura, este personaje de las cercanías a la Plaza Bolívar de Valencia, conversa lo necesario con sus clientes. "Si quiere hablar le hablo sin tocar temas políticos, porque eso ahora es muy delicado. Si no habla, guardo distancia y categoría. Este oficio me ha enseñado que uno debe ser discreto para todo. En boca cerrada no entran moscas".
Casado con Lidia Asunción Núñez, tuvo tres hijos, una hembra y dos varones. "El menor lo dejó en silla de ruedas un malandro que le dio un tiro por la espalda para quitarle los zapatos. Tiene cinco muchachos que, su abuela y yo estamos ayudando a criar. Vivimos en La Bocaína".
Davalillo, como se le conoce popularmente, nació el 19 de marzo de 1939, en Churuguara. Su madre María Gertrudis Espinoza de Davalillo, laboraba como lavandera en una hacienda, donde él desde pequeño trabajó ayudando en un trapiche para la fabricación de panela y papelón.
Primero hay que moler la caña en el trapiche -explica- y después, el jugo se pone a hervir con cal y gotas de limón, para que espese durante cuatro horas. Cuando esa mezcla está tibia se echa en las cezuelejas, hormas para papelón y para la panela que es cuadrada.
Tenía catorce años cuando su mamá murió, por lo cual, comenzando la década de los años 50, se vino a Valencia. Consiguió trabajo como obrero de lunes a viernes, y los sábados y domingos se puso a limpiar zapatos frente el cine Imperio que, para entonces era un lugar a donde iba "gente de categoría", por la cercanía del Centro de Amigos, que era el club más exclusivo de esta ciudad. "Yo veía pasar a los Branger, los Karam, los Degwitz, los Heemsen, los Maldonado... a todos los ricachones".
"Aquí pasaban películas buenas para la familia. Recuerdo que fueron un éxito una que se llamaba Viajando a Río, con Carmen Miranda quien usaba unos zapatos de plataforma y se ponía muchas cosas en la cabeza, y otra llamada Simbad de la Tierra, que duró varias semanas y todas las noches había un zaperoco para entrar".
Davalillo recuerda que arriba del cine había un salón de baile exclusivo para jóvenes, y al lado estaba la fuente de soda de Pablo Emilio que vendía pepitos y unos refrescos. "Venía gente de todas partes. Al frente estaba una pastelería de alemanes, que llamaban El Faisán. Los dulces eran caros porque los que allí iban eran de gente pudiente".
"Los tiempos han cambiado mucho, sentencia. El que tenía dinero no hablaba con los pobres, nos veían con el rabo del ojo. Valencia toda la vida ha sido una ciudad de mucho postín, pero ahora muchos de esos están pelando como nosotros. El mundo da muchas vueltas", dice.
- ¿Cuál es el mejor gobierno que ha conocido?
- Le puedo decir que el peor fue el de Rómulo Betancourt, porque en ese tiempo mataron a mucha gente. A los guerrilleros que estaban en las montañas los exterminaban. Leoni hizo un buen gobierno. Yo creo que lo mejor que hizo Chávez es ordenar que a los viejos nos paguen por adelantado nuestra pensión, y hasta dicen que nos van a dar cesta ticket.
- ¿Y el gobierno de Pérez Jiménez?
- Dicen que era un dictador. Había mucho respeto. Es como ahora, si usted no critica al Gobierno no le pasa nada. Pero Pérez Jiménez le hizo mucho a Valencia; él vino para los 400 años y pasamos un año de fiesta.
Primo de peloteros
- ¿Usted es familia de los peletoros Davalillo?
- Víctor y Pompeyo Davalillo son primos míos y nacieron en Churuguara, como yo. Pero, como tienen plata no nos reconocen como familia. La madre de ellos se llama Macaria Davalillo que es tía mía. Nunca hemos hablado.
- ¿Que opina del estado de abandono del cine Imperio?
- Esto estaba abandonado por los dueños. Ahora lo tienen unos muchachos que se divierten y hacen divertir. La gente dice que son unas payasadas, pero peor es como estaba antes.
Limpiar zapatos es un oficio serio
ALFREDO FERMÍNafermin@el-carabobeno.com
Son 55 años los que tiene Samuel José Davalillo Espinoza, limpiando zapatos frente al cine Imperio (avenida Urdaneta con calle Libertad) con el mismo profesionalismo y cordialidad de siempre. Diariamente está allí, de 9 de la mañana a 3 de la tarde, con su alta silla de mimbre, que en su parte baja tiene una varilla entre las dos patas, en la que cuelga una campana que toca sonoramente, cuando ha finalizado el trabajo y es necesario cancelar quince bolívares, si es "limpio," y 20 si es "pulido".
Moreno, de baja estatura, este personaje de las cercanías a la Plaza Bolívar de Valencia, conversa lo necesario con sus clientes. "Si quiere hablar le hablo sin tocar temas políticos, porque eso ahora es muy delicado. Si no habla, guardo distancia y categoría. Este oficio me ha enseñado que uno debe ser discreto para todo. En boca cerrada no entran moscas".
Casado con Lidia Asunción Núñez, tuvo tres hijos, una hembra y dos varones. "El menor lo dejó en silla de ruedas un malandro que le dio un tiro por la espalda para quitarle los zapatos. Tiene cinco muchachos que, su abuela y yo estamos ayudando a criar. Vivimos en La Bocaína".
Davalillo, como se le conoce popularmente, nació el 19 de marzo de 1939, en Churuguara. Su madre María Gertrudis Espinoza de Davalillo, laboraba como lavandera en una hacienda, donde él desde pequeño trabajó ayudando en un trapiche para la fabricación de panela y papelón.
Primero hay que moler la caña en el trapiche -explica- y después, el jugo se pone a hervir con cal y gotas de limón, para que espese durante cuatro horas. Cuando esa mezcla está tibia se echa en las cezuelejas, hormas para papelón y para la panela que es cuadrada.
Tenía catorce años cuando su mamá murió, por lo cual, comenzando la década de los años 50, se vino a Valencia. Consiguió trabajo como obrero de lunes a viernes, y los sábados y domingos se puso a limpiar zapatos frente el cine Imperio que, para entonces era un lugar a donde iba "gente de categoría", por la cercanía del Centro de Amigos, que era el club más exclusivo de esta ciudad. "Yo veía pasar a los Branger, los Karam, los Degwitz, los Heemsen, los Maldonado... a todos los ricachones".
"Aquí pasaban películas buenas para la familia. Recuerdo que fueron un éxito una que se llamaba Viajando a Río, con Carmen Miranda quien usaba unos zapatos de plataforma y se ponía muchas cosas en la cabeza, y otra llamada Simbad de la Tierra, que duró varias semanas y todas las noches había un zaperoco para entrar".
Davalillo recuerda que arriba del cine había un salón de baile exclusivo para jóvenes, y al lado estaba la fuente de soda de Pablo Emilio que vendía pepitos y unos refrescos. "Venía gente de todas partes. Al frente estaba una pastelería de alemanes, que llamaban El Faisán. Los dulces eran caros porque los que allí iban eran de gente pudiente".
"Los tiempos han cambiado mucho, sentencia. El que tenía dinero no hablaba con los pobres, nos veían con el rabo del ojo. Valencia toda la vida ha sido una ciudad de mucho postín, pero ahora muchos de esos están pelando como nosotros. El mundo da muchas vueltas", dice.
- ¿Cuál es el mejor gobierno que ha conocido?
- Le puedo decir que el peor fue el de Rómulo Betancourt, porque en ese tiempo mataron a mucha gente. A los guerrilleros que estaban en las montañas los exterminaban. Leoni hizo un buen gobierno. Yo creo que lo mejor que hizo Chávez es ordenar que a los viejos nos paguen por adelantado nuestra pensión, y hasta dicen que nos van a dar cesta ticket.
- ¿Y el gobierno de Pérez Jiménez?
- Dicen que era un dictador. Había mucho respeto. Es como ahora, si usted no critica al Gobierno no le pasa nada. Pero Pérez Jiménez le hizo mucho a Valencia; él vino para los 400 años y pasamos un año de fiesta.
Primo de peloteros
- ¿Usted es familia de los peletoros Davalillo?
- Víctor y Pompeyo Davalillo son primos míos y nacieron en Churuguara, como yo. Pero, como tienen plata no nos reconocen como familia. La madre de ellos se llama Macaria Davalillo que es tía mía. Nunca hemos hablado.
- ¿Que opina del estado de abandono del cine Imperio?
- Esto estaba abandonado por los dueños. Ahora lo tienen unos muchachos que se divierten y hacen divertir. La gente dice que son unas payasadas, pero peor es como estaba antes.
24 abril 2011
Casas Muertas, la famosa novela de Miguel Otero Silva, quien describe la soledad y el abandono en que quedó la población de Ortiz, en el estado Guárico, se repite en Valencia en este siglo XXI, cuando se suponía que habría conciencia y respeto por lo que representa el patrimonio arquitectónico, artístico y cultural logrado en el transcurso de nuestra historia.
Valencia, descrita a principios del siglo XIX, por el barón Alejandro de Humboldt como una ciudad donde la gente vivía en casas agradables, confortables y espaciosas, ahora su centro histórico es un catálogo de ruinas que conmueve, pero satisface a quienes, habiendo llegado al poder, tienen por política de Estado impedir el proceso que nos conducía a transformarnos en una metrópolis.
La antigua calle Real, hoy Colombia, la avenida Soublette y las parroquias Candelaria y San Blas donde residían las familias principales con ascendencia de los antiguos fundadores, están abandonadas, convertidas en pensiones, talleres o guaridas de delincuentes.
Esta desgracia comenzó en los años 70, cuando entró en vigencia un plan de desarrollo local en el que se estableció el disparate de autorizar que, las edificaciones de mayor altura, estuviesen en el centro de la ciudad, por lo cual los propietarios de los antiguos inmuebles se mudaron al norte, para "engordar" los terrenos. Pero el incentivo no fue atractivo por la falta de vialidad y de servicios públicos adecuados y el resultado es evidente. Muchas han sido las casas derribadas intencionalmente para convertirlas en rentables estacionamientos y, las que se mantienen en pie, representan un peligro.
Sin embargo, todavía quedan hermosas mansiones que pueden rescatarse y destinarse a oficinas públicas, restaurantes, galerías, museos, boutiques, librerías, de tal forma que tengamos zonas exclusivas como sucede en las grandes ciudades.
Las casas muertas de Valencia
Alfredo FermínCasas Muertas, la famosa novela de Miguel Otero Silva, quien describe la soledad y el abandono en que quedó la población de Ortiz, en el estado Guárico, se repite en Valencia en este siglo XXI, cuando se suponía que habría conciencia y respeto por lo que representa el patrimonio arquitectónico, artístico y cultural logrado en el transcurso de nuestra historia.
Valencia, descrita a principios del siglo XIX, por el barón Alejandro de Humboldt como una ciudad donde la gente vivía en casas agradables, confortables y espaciosas, ahora su centro histórico es un catálogo de ruinas que conmueve, pero satisface a quienes, habiendo llegado al poder, tienen por política de Estado impedir el proceso que nos conducía a transformarnos en una metrópolis.
La antigua calle Real, hoy Colombia, la avenida Soublette y las parroquias Candelaria y San Blas donde residían las familias principales con ascendencia de los antiguos fundadores, están abandonadas, convertidas en pensiones, talleres o guaridas de delincuentes.
Esta desgracia comenzó en los años 70, cuando entró en vigencia un plan de desarrollo local en el que se estableció el disparate de autorizar que, las edificaciones de mayor altura, estuviesen en el centro de la ciudad, por lo cual los propietarios de los antiguos inmuebles se mudaron al norte, para "engordar" los terrenos. Pero el incentivo no fue atractivo por la falta de vialidad y de servicios públicos adecuados y el resultado es evidente. Muchas han sido las casas derribadas intencionalmente para convertirlas en rentables estacionamientos y, las que se mantienen en pie, representan un peligro.
Sin embargo, todavía quedan hermosas mansiones que pueden rescatarse y destinarse a oficinas públicas, restaurantes, galerías, museos, boutiques, librerías, de tal forma que tengamos zonas exclusivas como sucede en las grandes ciudades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario