La Tragedia del
Dr. Fausto
de Johann Wolfgang
Goethe
Antecedentes - El “mito” del Dr. Faustus A pesar de que Fausto ha pasado actualmente a ser el nombre de algunas personas, originariamente era un apellido. Para la que sin duda constituye su obra más importante - y una de las creaciones literarias más trascendentales de la cultura occidental - Goethe se inspiró en un personaje real, llamado Jörg Faustus o Johannes Faust. Según diversas fuentes, se trató de un individuo que habría vivido en Alemania a caballo de los Siglos XV y XVI, en Würtenberg hacia 1480; y que se jactaba de haber vendido su alma al diablo.Al parecer, fue uno de tantos charlatanes de feria, que iban de ciudad en ciudad presumiendo ser astrólogos, y tener poderes sobrenaturales que les habilitaban a leer el futuro y realizar similares supercherías. Sin embargo, de alguna forma su nombre se incorporó a la cultura popular, se convirtió en personaje de cuentos y leyendas populares; y hasta llegó a ser mencionado por el reformista religioso Martín Lutero en su obra “Conversaciones en la mesa” como poseedor de poderes diabólicos. En 1587, un librero de Frankfürt, Johann Spiess, publicó una recopilación de las leyendas acerca de este personaje, bajo el título“Historia de Fausten”; antecedente que ha pasado a ser conocido como el Fausto de Spiess. Esta obra, incorporó la leyenda de Fausto al folklore popular alemán, como la historia del hombre que pactó con el diablo, entregándole su alma a cambio de la eterna juventud y la posesión de la sabiduría total.El tema reapareció en 1588, en un libro escrito por Marlowe, “La trágica historia del Dr. Fausto”; obra en la cual, en la misma forma que en la anterior versión de Spiess, Fausto se encuentra obsesionado por el ansia de obtener el poder supremo de la sabiduría, y si bien advierte la soberbia que encierra su ambición, se arrepiente cuando ya es demasiado tarde para alcanzar la salvación de su alma. La anécdota de Fausto, constituyó el motivo central de un ensayo deGotthold Lessing - a quien cabe asignar la condición de creador de la crítica y el análisis literario - quien escribió un artículo en una revista literaria que se publicaba en la época en que Goethe frecuentaba los círculos intelectuales de Estrasburgo, sosteniendo que Fausto podría ser redimido en base a la sinceridad de su arrepentimiento y a la nobleza de su objetivo de perseguir la sabiduría.Todo indica que fue este artículo el punto de partida de la idea de Goethe de escribir una tragedia dramática, siguiendo el modelo de las deShakespeare que tanto admiraba. También se afirma que en 1768 Goethe asistió a una representación teatral de una versión modificada de la obra de Marlowe, que despertó su interés por el tema.Goethe comenzó hacia 1772 a trabajar en la elaboración de lo que finalmente fuera la primera parte de su "Fausto"; aunque en realidad no fue publicado hasta el año 1808. El 14 de enero de 1772 en Frankfürt tuvo lugar la ejecución de Susanna Margaretha Brandt, bajo la acusación de haber asesinado a un hijo ilegítimo; lo cual parece ser inspiración del personaje femenino de Margarita. |
Apreciación general
La tragedia de Fausto
El propósito de Mefistófeles se ve impedido por un grupo de ángeles, que rescatan el alma de Fausto y la transportan al cielo, donde se reúne con el alma de Margarita, que continúa amándolo.
El 29 de junio de 1979, William Frank Niehous,el industrial norteamericano, presidente enVenezuela de la Owens Illinois que habíasido secuestrado por un grupo de guerrilleroscon Ali Rodriguez Araque entre ellos
Luego del intermedio suscitado por la aparición del criado Wagner, una vez que éste se retira, el segundo monólogo cierra el capítulo. Este segundo monólogo fue escrito por Goethe 25 años después de haber escrito el primero; lo que lleva a suponer que Goethe se encontró en una óptima condición para reevaluar el primero de una manera objetiva, y en consecuencia en éste hace algunos comentarios relativos al contenido del primer monólogo, como si hubiese profundizado en el estado psicológico de su personaje. Hay una primera parte, en que Fausto aparece comprendiéndose a sí mismo, y retoma los temas ya planteados. Toda esta primera parte, tiene un carácter explicativo del estado que atravesara en el monólogo anterior. Fausto deja de sentirse un dios, y pasa a sentirse humano; aceptando entonces que el insulto que le dirigiera el espíritu de la tierra, “miserable gusano” estaba justificado, porque constata su fracaso. En la segunda parte de este monólogo, hay un diálogo de Fausto con los objetos que están en su gabinete de trabajo, que da la oportunidad de complementar la descripción del salón gótico efectuada antes, en el primer monólogo. Así, Fausto detiene su mirada en una calavera, lo cual muy obviamente recuerda la escena en que Hamlet dialoga con la calavera del actor Yorik. Es una escena de desarrollo muy similar hasta en alguno de sus detalles, como el muy obvio de que Fausto cree percibir en ella un gesto de burla, a causa de la forma en que aparecen los dientes: “¿Por qué te ríes, maliciosa?”. Dice, entonces, que cree saber por qué ríe; como si la calavera fueran otros tantos hombres que antes pasaron por lo mismo que Fausto, y piensa que ésta lo mira como diciéndole la verdad de que el verdadero conocimiento se alcanza sólo con la muerte. Es en este punto que, en alguna forma incitado por la imagen de la calavera, surge en Fausto la idea del suicidio. Cuando se dirige a los objetos que lo rodean, revela que se trata de instrumental de investigación científica. Antes habría hecho referencia a sus numerosos libros, cuya lectura no le había servido sino para conocer que todos los demás hombres se habían dolido de no haber alcanzado a conocer la verdad. Ahora menciona los cilindros, ruedas, poleas, palancas y tornillos de sus instrumentos; y compara sus componentes con los del mecanismo de una cerradura que encierra los misterios de la naturaleza, que esos instrumentos no le sirvieron para abrir. Una vez más aflora en él la idea de los placeres perdidos en pos de la persecusión del saber; esos aparatos heredados de su padre no le sirvieron para nada, debió haberlos vendido y utilizar su producto en gozar de los placeres de la vida sensible. Una vez más, se contrapone lo negativo de haber orientado el objetivo de su vida hacia la búsqueda de lo racional,
en vez de haberse dejado llevar por la voluptuosidad de lo sensible; que será en definitiva la propuesta que a poco vendrá a ofrecerle Mefistófeles, y que sigue respondiendo claramente a los conceptos del Sturm und Drang. La angustia de verse frustrado en sus objetivos esenciales, aumenta progresivamente, la ciencia no le ha dado resultado, tampoco la magia, se encuentra desesperado, fracasado, arrependido de haber empleado su vida en ese propósito, no ve delante de sí ningún camino; la calavera le ha movido a pensar que es a través de la muerte que se encuentran las respuestas. Es claramente visible la similitud de situación y de estado con Hamlet, pero existe un elemento diferencial constituído por la esperanza. En Fausto, en este momento, el suicidio es visto como el camino hacia “un nuevo amanecer”, es decir,una pura acción
Gabinete de Estudio
El tercer monólogo de Fausto es sumamente breve. Luego de haber salido con su asistente y criado a participar en las festividades de la Pascua y haber encontrado el negro perro de aguas cuya forma adoptara Mefistófeles para acercarse a él — que ha llevado consigo — durante el segundo capìtulo; en la iniciación del tercero Fausto entra nuevamente en su gabinete acompañado del perro.
La angustia de perseguir el conocimiento reaparece de inmediato. Una vez más, el monólogo comienza con una exclamación de autocompasión; y se lamenta de que, a pesar de todo lo que lo ha intentado al salir a participar de las festividades de Pascua, vuelve a sentirse insatisfecho.Lo acucia una vez más el ansia de saber, y, en una actitud mística, acude al Nuevo Testamento: “amamos las cosas celestiales y aspiramos a la revelación que en ninguna parte brilla con tanta pureza y magestad”.
Incidentalmente, aparece otro rasgo del Sturm und Drang — el nacionalismo idiomático — al aludir a que el libro que contiene esa suprema revelación está implícitamente escrito en latín, y se propone traducirlo al alemán, “mi lengua materna”. Lee una frase del Evangelio de San Juan: “En el principio era el Verbo”; y de inmediato reacciona. Abocado a tratar de dar un sentido preciso, en alemán, a la expresión latina; enfrenta una disyuntiva que en modo alguno es realmente idiomática, sino que trasunta la gran cuestión filosófica acerca del primero de los principios.Examina una primera alternativa:
La tragedia de Fausto
Ali Rodríguez Araque, abogado
Comandante guerrillero que no
se acogió a la pacificación del
gobierno de Caldera I, todo lo
contrario, fanático comunista, y
"hombre de Fidel Castro" se entregó
más a embarrar a Venezuela hasta
hoy ser multi Ministro de Hugo Chávez,
y casualmente ahora de Electricidad,
cónsono con el drama paradigmáticamente
humano que contiene su apodo guerrillero.
Apreciación general
La tragedia de Fausto
La tragedia de Fausto
es la tragedia de una época en que los seres humanos han llegado a confiar en el poder omnímodo de la ciencia, creyendo que por medio de ella habrá de alcanzar el conocimiento de todas las leyes de la Naturaleza, que podrán dominar las fuerzas de la Naturaleza, descubrir y servirse de todas las reglas que rigen el mundo y la Creación. De lo que se trata, entonces, es de marcar los límites al poder del hombre y de la ciencia. En ese sentido, el mensaje es profundamente filosófico y religioso a la vez. Una vez más, se procura destacar que las potencialidades de la racionalidad, no bastan por sí solas para habilitar al hombre a vivir en concordancia con las reglas divinas, con las reglas morales, con los imperativos de los impulsos espirituales; y poner de manifiesto que incurrir en la convicción de lo contrario es caer en una soberbia que solamente permitirá al hombre, a la poster, advertir su propia pequeñez frente a la grandeza de la Naturaleza y la Creación. En este sentido, es visible la total afinidad con los conceptos y postulados fundamentales sustentados por el “Sturm und Drang”; en particular el cuestionamiento del racionalismo y la inclinación mística.
Fausto es médico, al igual que lo había sido su padre. Ejemplifica, en consecuencia, al individuo que ha volcado toda su fé
en la ciencia; aunque luego, otros momentos de la tragedia,
pondrán en evidencia que no tuvo escrúpulos en recurrir a procedimientos nada científicos, valiéndose de artificios mágicos, incursionando en los misterios del oscurantismo, de lo cual no estaba totalmente desligada la inclinación científica en su época.
Su obsesión por investigar y adquirir todo el conocimiento, lo ha alejado del mundo y de la sociedad. Habita una vieja casa gótica, pasa todo su tiempo en un gabinete de estudio, cubierto de estanterías llenas de antiguos libros, donde también se encuentran instrumentos de experimentación química con todo tipo de sustancias. Su única compañía es Wagner, quien es a la vez su discípulo y asistente, y compensa las enseñanzas que recibe fungiendo como su criado. Fausto es presa de la angustia y la frustación provocada por el fracaso de sus intentos de alcanzar la máxima sabiduría. No ha logrado penetrar hasta la esencia misma; y, entretanto tampoco ha logrado el reconocimiento de sus semejantes hacia su talento, ni las riquezas materiales que otros inferiores a él han cosechado. No encuentra sentido alguno a su vida y a sus esfuerzos. Oscila su ánimo entre la euforia y la depresión. No bien convoca exitosamente a un espíritu que le revelará la esencia del saber y de la vida, éste lo rechaza despectivamente y se aleja. Se inclina al suicidio, y en el último momento es rescatado por los cánticos angelicales que alaban la resurrección de Jesucristo.
Recupera en cierto grado el aprecio hacia la vida, sólo para encontrarse con
Mefistófeles, que volverá a tentarle y a conducirlo por la senda del mal. Fausto no se amilana por la propuesta del Maligno. Su personalidad espiritual ya había sido suficientemente expuesta, dominada por la obsesión de sí mismo, por una ambición individualista de ser él la expresión máxima del saber, el que superara a todos los otros ejemplares del género humano. Ya había declarado antes, que no sentía temor por el Infierno, si ése era el precio de alcanzar el conocimiento supremo. En definitiva, la tragedia de Fausto es la soberbia del hombre, de querer igualar a Dios; la ambición del hombre que, por medio del culto irrestricto de la ciencia, pretende convertirse él en el árbitro último de todos los elementos de la Creación, y el riesgo que con ello afrontará de perderse definitivamente, de entregar en tal empresa lo más esencial de si mismo, su alma. Seguramente, no faltan en ello elementos para que se perciba el sentido universal y permanente de ese mensaje. El reto de Mefistófeles a Fausto, remeda la historia inicial de Adán; la manzana que la serpiente - bajo cuya forma se presentara el Maligno - le ofrece, es ahora la Ciencia. La ambición insaciable del hombre, falto de aquella humildad ante la Creación que en el prólogo expondrá el Arcángel Rafael, tanto se manifiesta frente a su sed de conocimientos, como respecto de los placeres sensuales. En ese sentido, Fausto es un ejemplar típico del Sturm und Drang, cede facilmente al impulso de los instintos y se deja llevar irreflexivamente por sus pasiones. Enfrentado a la pasión del amor, ella nubla totalmente su entendimiento; cae en todo tipo de acciones reprobables con tal de lograr su objetivo de seducir a Margarita, aprovechando la superioridad de su intelecto frente a su inocencia y a su ingenuidad. Moralmente, la figura de Fausto no resulta muy valorable. En el principio de la obra, a pesar de sus conocimientos científicos como médico, declara que no es su objetivo aliviar los sufrimientos de sus semejantes; sino que está dominado por la búsqueda de la fama emergente de ser el máximo y por la ambición de ser el primero en alcanzar el conocimiento de lo esencial. Cuando se propone conquistar a Margarita, se vale de todos los medios; y cuando la ha conquistado y ella se encuentra embarazada, se enfrenta con su hermano, lo mata, y la abandona en la forma más cruel e inescrupulosa. Pero la personalidad de Fausto es contínuamente oscilante entre el Bien y el Mal; de modo que posteriormente se arrepiente y se esfuerza por rescatarla. Esa duplicidad de conductas, todas ellas de dimensiones trágicas, parecería que constituyen el modo con que Goethe procura evidenciar que en el hombre no existen en forma absoluta ni la bondad, ni la maldad; sino que la personalidad humana es compleja, variable, como luego lo sustentaron recurriendo incluso a ejemplificar en base a sus personajes, los primeros investigadores de la psicología y la personalidad, sus compatriotas Freud y Jung. Desde el punto de vista teológico y ético, la tragedia de Fausto es la tragedia del hombre en su vida; su permanente incertidumbre respecto del Bien y del Mal. Pero en definitiva, imparte el mensaje optimista de la religión, en cuanto su alma alcanza la definitiva salvación a pesar de todos sus errores, por la vía del arrepentimiento sincero y del triunfo esencial y final del Bien.
Argumento de la obra
El Fausto de Goethe, es un médico; es decir, un individuo dedicado a la ciencia. Está obsesionado por la búsqueda del supremo conocimiento, pero al no lograr adquirirlo, se siente dominado por la frustración. La situación de Fausto suscita un desafío entre Dios y Mefistófeles. En lo alto de los cielos,
Mefistófeles se vanagloria de su capacidad para captar el alma de Fausto, desviándolo de Dios; y éste lo desafía a que intente conseguirlo. En su gabinete, Fausto se siente presa del abatimiento por no haber logrado ninguna de sus aspiraciones. No ha logrado la fama, y tampoco ha alcanzado el supremo conocimiento; por lo cual, acudiendo a prácticas mágicas, invoca a un espíritu; el cual, en vez de disponerse a acceder a sus pretensiones, le expone su desprecio a causa de su soberbia. El el paroxismo de su abatimiento, Fausto tropieza con un veneno y decide suicidarse como medio de alcanzar los poderes divinos; pero es Pascua y un coro de ángeles que canta la resurrección de Jesús le devuelve el aprecio por la vida. Fausto sale a presenciar las fiestas de Pascua, y encuentra un perro negro que lleva a su casa. El perro era en verdad un disfraz que había adoptado Mefistófeles para lograr acercarse a él, y ofrecerle un pacto.
Propone a Fausto el goce de los halagos y placeres de la vida, de que ha carecido hasta entonces, a cambio de que le entregue su alma. Fausto acepta y sella el pacto con su sangre. Mediante una capa mágica, Mefistófeles conduce a Fausto en un viaje por diversos lugares. Llegan a una taberna en Auerbach, Leipzig; donde Fausto desdeña los placeres derivados de la embriaguez. Mefisto conduce entonces a Fausto a la cueva de una hechicera, que le administra una pócima del amor. Fausto se encuentra entonces con Margarita, y se enamora de ella locamente. Margarita era una joven humilde, plena de bondad y de ingenuidad; pero luego de diversos artilugios de que se vale Mefisto para tentarla con joyas y halagos, y ponerla al alcance de Fausto, ella es seducida y cede a sus requerimientos. Aparece más tarde el hermano de Margarita, un soldado que reprocha a Fausto la deshonra de su hermana. Con la ayuda de Mefisto, Fausto pelea con el hermano de su amante y lo mata. Margarita es abandonada por Fausto, que en compañía de Mefisto se dirige a presenciar la fiesta de la Noche de Brujas, en el monte Walpurgis, donde numerosos monstruos cantan, bailan y ríen. Fausto, hastiado de todo ello, conmina a Mefisto a que le informe acerca de la suerte de Margarita; y se entera de que ella, embarazada, se encuentra en la cárcel, condenada a muerte por haber asesinado a su hijo ilegítimo. Ante ello, Fausto se compadece, siente un enorme dolor, y decide intentar su salvación. Cuando llega junto a ella, Margarita, psíquicamente trastornada, se niega a escapar, y finalmente es ejecutada. Con ello, finaliza la primera parte de la obra.
Argumento de la obra
El Fausto de Goethe, es un médico; es decir, un individuo dedicado a la ciencia. Está obsesionado por la búsqueda del supremo conocimiento, pero al no lograr adquirirlo, se siente dominado por la frustración. La situación de Fausto suscita un desafío entre Dios y Mefistófeles. En lo alto de los cielos,
Mefistófeles se vanagloria de su capacidad para captar el alma de Fausto, desviándolo de Dios; y éste lo desafía a que intente conseguirlo. En su gabinete, Fausto se siente presa del abatimiento por no haber logrado ninguna de sus aspiraciones. No ha logrado la fama, y tampoco ha alcanzado el supremo conocimiento; por lo cual, acudiendo a prácticas mágicas, invoca a un espíritu; el cual, en vez de disponerse a acceder a sus pretensiones, le expone su desprecio a causa de su soberbia. El el paroxismo de su abatimiento, Fausto tropieza con un veneno y decide suicidarse como medio de alcanzar los poderes divinos; pero es Pascua y un coro de ángeles que canta la resurrección de Jesús le devuelve el aprecio por la vida. Fausto sale a presenciar las fiestas de Pascua, y encuentra un perro negro que lleva a su casa. El perro era en verdad un disfraz que había adoptado Mefistófeles para lograr acercarse a él, y ofrecerle un pacto.
Propone a Fausto el goce de los halagos y placeres de la vida, de que ha carecido hasta entonces, a cambio de que le entregue su alma. Fausto acepta y sella el pacto con su sangre. Mediante una capa mágica, Mefistófeles conduce a Fausto en un viaje por diversos lugares. Llegan a una taberna en Auerbach, Leipzig; donde Fausto desdeña los placeres derivados de la embriaguez. Mefisto conduce entonces a Fausto a la cueva de una hechicera, que le administra una pócima del amor. Fausto se encuentra entonces con Margarita, y se enamora de ella locamente. Margarita era una joven humilde, plena de bondad y de ingenuidad; pero luego de diversos artilugios de que se vale Mefisto para tentarla con joyas y halagos, y ponerla al alcance de Fausto, ella es seducida y cede a sus requerimientos. Aparece más tarde el hermano de Margarita, un soldado que reprocha a Fausto la deshonra de su hermana. Con la ayuda de Mefisto, Fausto pelea con el hermano de su amante y lo mata. Margarita es abandonada por Fausto, que en compañía de Mefisto se dirige a presenciar la fiesta de la Noche de Brujas, en el monte Walpurgis, donde numerosos monstruos cantan, bailan y ríen. Fausto, hastiado de todo ello, conmina a Mefisto a que le informe acerca de la suerte de Margarita; y se entera de que ella, embarazada, se encuentra en la cárcel, condenada a muerte por haber asesinado a su hijo ilegítimo. Ante ello, Fausto se compadece, siente un enorme dolor, y decide intentar su salvación. Cuando llega junto a ella, Margarita, psíquicamente trastornada, se niega a escapar, y finalmente es ejecutada. Con ello, finaliza la primera parte de la obra.
En la segunda parte, Fausto y Mefistófeles se ven envueltos en una serie de episodios en la Corte del Emperador, de resultas de lo cual Fausto se enamora de un espectro de Helena de Troya; y al intentar alcanzarla, se desvanece y cae gravemente enfermo. El discípulo de Fausto, Wagner, aplicando misteriosas fórmulas de los alquimistas, ha logrado crear un
homúnculo; un hombrecillo en miniatura dotado de excepcional inteligencia. Este homúnculo propone un plan para salvar a Fausto consistente en llevarlo a Grecia, ante las hechiceras de Tesalia. Fausto se recupera en Grecia, y convive con Helena, con la cual tienen un hijo, Eufurión; pero más tarde Eufurión muere en una batalla, lo que a su vez produce la muerte de Helena. Finalmente, luego de otras diversas alternativas, Fausto muere; y Mefistófeles se prepara para apropiarse de su alma.
homúnculo; un hombrecillo en miniatura dotado de excepcional inteligencia. Este homúnculo propone un plan para salvar a Fausto consistente en llevarlo a Grecia, ante las hechiceras de Tesalia. Fausto se recupera en Grecia, y convive con Helena, con la cual tienen un hijo, Eufurión; pero más tarde Eufurión muere en una batalla, lo que a su vez produce la muerte de Helena. Finalmente, luego de otras diversas alternativas, Fausto muere; y Mefistófeles se prepara para apropiarse de su alma.
El propósito de Mefistófeles se ve impedido por un grupo de ángeles, que rescatan el alma de Fausto y la transportan al cielo, donde se reúne con el alma de Margarita, que continúa amándolo.
El 29 de junio de 1979, William Frank Niehous,el industrial norteamericano, presidente enVenezuela de la Owens Illinois que habíasido secuestrado por un grupo de guerrilleroscon Ali Rodriguez Araque entre ellos
Luego del intermedio suscitado por la aparición del criado Wagner, una vez que éste se retira, el segundo monólogo cierra el capítulo. Este segundo monólogo fue escrito por Goethe 25 años después de haber escrito el primero; lo que lleva a suponer que Goethe se encontró en una óptima condición para reevaluar el primero de una manera objetiva, y en consecuencia en éste hace algunos comentarios relativos al contenido del primer monólogo, como si hubiese profundizado en el estado psicológico de su personaje. Hay una primera parte, en que Fausto aparece comprendiéndose a sí mismo, y retoma los temas ya planteados. Toda esta primera parte, tiene un carácter explicativo del estado que atravesara en el monólogo anterior. Fausto deja de sentirse un dios, y pasa a sentirse humano; aceptando entonces que el insulto que le dirigiera el espíritu de la tierra, “miserable gusano” estaba justificado, porque constata su fracaso. En la segunda parte de este monólogo, hay un diálogo de Fausto con los objetos que están en su gabinete de trabajo, que da la oportunidad de complementar la descripción del salón gótico efectuada antes, en el primer monólogo. Así, Fausto detiene su mirada en una calavera, lo cual muy obviamente recuerda la escena en que Hamlet dialoga con la calavera del actor Yorik. Es una escena de desarrollo muy similar hasta en alguno de sus detalles, como el muy obvio de que Fausto cree percibir en ella un gesto de burla, a causa de la forma en que aparecen los dientes: “¿Por qué te ríes, maliciosa?”. Dice, entonces, que cree saber por qué ríe; como si la calavera fueran otros tantos hombres que antes pasaron por lo mismo que Fausto, y piensa que ésta lo mira como diciéndole la verdad de que el verdadero conocimiento se alcanza sólo con la muerte. Es en este punto que, en alguna forma incitado por la imagen de la calavera, surge en Fausto la idea del suicidio. Cuando se dirige a los objetos que lo rodean, revela que se trata de instrumental de investigación científica. Antes habría hecho referencia a sus numerosos libros, cuya lectura no le había servido sino para conocer que todos los demás hombres se habían dolido de no haber alcanzado a conocer la verdad. Ahora menciona los cilindros, ruedas, poleas, palancas y tornillos de sus instrumentos; y compara sus componentes con los del mecanismo de una cerradura que encierra los misterios de la naturaleza, que esos instrumentos no le sirvieron para abrir. Una vez más aflora en él la idea de los placeres perdidos en pos de la persecusión del saber; esos aparatos heredados de su padre no le sirvieron para nada, debió haberlos vendido y utilizar su producto en gozar de los placeres de la vida sensible. Una vez más, se contrapone lo negativo de haber orientado el objetivo de su vida hacia la búsqueda de lo racional,
en vez de haberse dejado llevar por la voluptuosidad de lo sensible; que será en definitiva la propuesta que a poco vendrá a ofrecerle Mefistófeles, y que sigue respondiendo claramente a los conceptos del Sturm und Drang. La angustia de verse frustrado en sus objetivos esenciales, aumenta progresivamente, la ciencia no le ha dado resultado, tampoco la magia, se encuentra desesperado, fracasado, arrependido de haber empleado su vida en ese propósito, no ve delante de sí ningún camino; la calavera le ha movido a pensar que es a través de la muerte que se encuentran las respuestas. Es claramente visible la similitud de situación y de estado con Hamlet, pero existe un elemento diferencial constituído por la esperanza. En Fausto, en este momento, el suicidio es visto como el camino hacia “un nuevo amanecer”, es decir,una pura acción
Gabinete de Estudio
El tercer monólogo de Fausto es sumamente breve. Luego de haber salido con su asistente y criado a participar en las festividades de la Pascua y haber encontrado el negro perro de aguas cuya forma adoptara Mefistófeles para acercarse a él — que ha llevado consigo — durante el segundo capìtulo; en la iniciación del tercero Fausto entra nuevamente en su gabinete acompañado del perro.
La angustia de perseguir el conocimiento reaparece de inmediato. Una vez más, el monólogo comienza con una exclamación de autocompasión; y se lamenta de que, a pesar de todo lo que lo ha intentado al salir a participar de las festividades de Pascua, vuelve a sentirse insatisfecho.Lo acucia una vez más el ansia de saber, y, en una actitud mística, acude al Nuevo Testamento: “amamos las cosas celestiales y aspiramos a la revelación que en ninguna parte brilla con tanta pureza y magestad”.
Incidentalmente, aparece otro rasgo del Sturm und Drang — el nacionalismo idiomático — al aludir a que el libro que contiene esa suprema revelación está implícitamente escrito en latín, y se propone traducirlo al alemán, “mi lengua materna”. Lee una frase del Evangelio de San Juan: “En el principio era el Verbo”; y de inmediato reacciona. Abocado a tratar de dar un sentido preciso, en alemán, a la expresión latina; enfrenta una disyuntiva que en modo alguno es realmente idiomática, sino que trasunta la gran cuestión filosófica acerca del primero de los principios.Examina una primera alternativa:
“En el principio era el Espíritu”; pero se cuestiona si realmente ha sido el Espíritu el que ha dispuesto el orden del Universo y de la Naturaleza.Entonces analiza “En el principio era la Fuerza”; pero rapidamente la deja de lado, y resueltamente adopta “En el principio era la Acción”.
Con esta expresión, queda marcada la actitud espiritual de Fausto, que habrá de ser propicia a la propuesta de Mefistófeles: él lo impulsará a la acción, a adoptar una conducta que representa la actitud vital del hombre, dejándose llevar por los impulsos del hacer, en vez de atenerse a las actitudes más cautas correspondientes a quien prioriza “el Verbo” - es decir, la exposición conceptual - o “el Espíritu”, que significa la elevación mística.
El doctor Fausto por Marlowe.
A lo largo de milenios, la búsqueda espiritual ha proporcionado uno de los más temas importantes para la literatura y el arte, porque dentro del alma humana existe un movimiento irreprimible que no cesa de aspirar a algo superior a sí misma, ni abandona nunca su creencia de que algo eterno sobrevive más allá de la muerte de! Cuerpo.
Quizá esta sea la mayor diferencia entre los seres humanos y los demás ¡animales con los que compartimos el planeta. Pero semejante búsqueda no es un simple deseo de servir a Dios. Puede implicar también una búsqueda de conocimiento, no solo de conocimiento de lo divino expresado en términos religiosos convencionales, sino también de la clase de conocimiento de las leyes que subyacen en la realidad, que los más grandes científicos y psicólogos del mundo persiguen.
La búsqueda del conocimiento puede llevarnos por caminos oscuros o bien por caminos iluminados por la luz solar, y puede revelarnos tanto el mal como el bien que subyace en nuestro interior. Este mito trata de esa búsqueda espiritual, e implica una autoconfrontación que pone muy de manifiesto la profunda paradoja de luz y oscuridad que se oculta cu el núcleo del alma humana.
El bien es incomprensible sin el mal. Dentro del mito, no hay mejor lugar donde quede representada la misteriosa batalla entre el bien y el mal en el interior del alma humana que en la historia del doctor Fausto. La gran tragedia de Marlowe, la trágica historia del doctor Fausto, y el sublime poema épico de Goethe, Fausto, están basados en el relato medieval de un hombre cuya búsqueda espiritual lo condujo
finalmente a vender su alma al diablo. Su reconocimiento final de la aridez de los placeres terrenales y su redención última por medio del remordimiento y de la compasión siguen siendo una poderosa imagen de la necesidad de comprender tanto la oscuridad como la luz a fin de hallar la paz interior. Había una vez, un destacado filósofo y estudiante de teología conocido como el doctor Fausto. Pero las enseñanzas que filósofos y teólogos ofrecían sobre la naturaleza de Dios y sobre el significado de la vida no eran suficientes para satisfacer su intelecto inquisitivo. Y lo que es más, su orgullo era tan grande como su conocimiento, y deseaba descubrir las repuestas a los grandes misterios de la vida mediante su propio esfuerzo, en lugar de recibirlo de quienes secretamente despreciaba.
Así podía atribuirse todo el mérito. De modo que, al cabo del tiempo, el doctor Fausto abandonó su teología y se hizo estudiante de magia hermética, pues tenía la esperanza de hallar el secreto de la vida en los experimentos alquímicos y en el conocimiento prohibido de la magia y de la brujería transmitido desde los antiguos egipcios.
Sin embargo, incluso estas investigaciones prohibidas no pudieron enseñarle todo lo que deseaba saber, por lo que quedó sumido en una profunda melancolía entonces invocó en su desesperación a los espíritus infernales. En respuesta a su llamada apareció misteriosamente un perro negro en el estudio del erudito que después se metamorfoseó en una extraña figura que se presentó como Mefistófeles, el espíritu del mal y de la negación. Este personaje estaba siempre al acecho de las almas humanas que pudiera ganar para las tinieblas, engañando así a Dios; y Fausto deseaba el conocimiento de Mefistófeles respecto a los secretos de la vida y la naturaleza de lo divino.
De modo que establecieron un pacto entre ambos, sellado con sangre, en el que Mefistófeles convenía en servir a fausto en este mundo, en tanto que Fausto accedía a servir a Mefistófeles en el otro. Mefistófeles sabía muy bien cuál seria el precio que Fausto pagaría, pero el filósofo todavía no había comprendido que lo que estaba empeñando para toda la eternidad era su alma mortal.
Durante algún tiempo, Fausto se sintió emocionado por la magia y los misterios que Mefistófeles le mostraba, y creía que por fin estaba acercándose al conocimiento de los secretos de Dios, pero el oscuro espíritu de la negación erosionó gradualmente la voluntad del erudito y lo embaucó para que desarrollara una sensualidad y un orgullo cada vez mayores, hasta llegar a perder todo sentido de búsqueda espiritual. Fausto deseaba a una joven llamada Gretchen, a quien Mefistófeles incitó a caer en manos del filósofo.
Fausto la dejó embarazada y, cuando la abandonó, ella se volvió loca y, desesperada, mató a su hijo, siendo ejecutada por su crimen. Dándose cuenta de la terrible destrucción que había causado en una vida humana inocente, Fausto sintió un profundo y amargo remordimiento. Pues, aunque estaba en las manos de Mefistófeles, había comenzado a amar a la joven sinceramente, prueba de que en su alma había una parte que se había mantenido libre de corrupción. Y esto no lo había anticipado Mefistófeles, ya que el poder de redención del amor no era algo conocido para el espíritu de negación.
Pero era tanto el poder que Mefistófeles ejercía sobre Fausto que, durante muchos años, el filósofo se sumió en el placer sensual y penetró en todo los misterios secretos. Aprendió todo lo que deseaba saber. Y comprendió las gloriosas alturas del cielo y las tenebrosas entrañas del inframundo. Sin embargo, el remordimiento que sentía por la muerte de Gretchen crecía dentro de él como un cáncer y, a pesar de su corrupción, algo en su interior continuaba anhelando la luz.
Mientras Fausto iba haciéndose viejo, Mefistófeles esperaba con paciencia y satisfacción, pues pronto llegaría el momento en el que el filósofo se enfrentaría a la muerte y su alma pertenecería a las tinieblas. Pero en el último momento, cuando por fin Fausto se percató de las verdaderas consecuencias del pacto que había hecho, se sintió tan lleno de remordimiento, de amor y de sufrimiento, que su alma se escapó de las garras de Mefistófeles y fue conducida finalmente a las esferas celestiales.
Comentario.
La historia del doctor Fausto es una metáfora mítica de la lucha de todo ser humano por las tinieblas. Fausto constituye un paradigma, un ejemplo, de nuestro mundo interior, lleno de conflicto entre nuestros deseos egocéntricos y el anhelo de servir a algo más elevado y más grande que nosotros mismos. Aunque el mito original tiene sus raíces en el cristianismo medieval y, por lo tanto, presenta el bien y el mal de un modo más bien simplista, no obstante, el mensaje trasciende cualquier doctrina religiosa específica, en particular si esta se comprende psicológicamente.
Fausto es el símbolo del espíritu inquisitivo que hay dentro de cada ser humano, con la suficiente valentía e individualismo como para rechazar el dogma ofrecido por las autoridades religiosas convencionales, y, no obstante, peligrosamente arrogante al asumir que puede desafiar la moralidad humana fundamental en nombre del conocimiento.
Podemos condenar a Fausto por su codicia y arrogancia, y al mismo tiempo admirarlo por su valentía y por su voluntad de arriesgar su alma con el fin de penetrar hasta el corazón de los misterios de la vida. He aquí la profunda paradoja del bien y del mal, pues a fin de comprender el bien, debemos reconocer el mal; y para llegar a este reconocimiento debemos descubrirlo primero en la secreta oscuridad de nuestro propio corazón.
La desilusión de Fausto con las propuestas filosóficas y teológicas convencionales reflejan el dilema de un brillante intelecto que no puede limitarse a “creer” porque le piden que lo haga. La búsqueda espiritual, si se la siente sinceramente, no surge de una aceptación pueril de creencias, sino de la desilusión y del profundo deseo de comprender las paradojas de la vida.
Muchas personas no pasan de una creencia infantil, porque no están preparadas para recibir un conocimiento más firme y porque, también, es más cómodo recibir respuestas simples a los dilemas espirituales y morales. Y mientras estas personas no se arriesguen a correr ningún peligro en su interior, nunca podrán comprender en verdad lo que es la vida, ni encontrarán paz cuando se vean enfrentadas a las preguntas sin respuesta derivadas del sufrimiento injusto.
Muchas de las más grandes religiones del mundo condenan ese cuestionamiento, como lo hacía la iglesia medieval en los tiempos de Fausto. El cuestionamiento implica peligro, pero a la vez abre un potencial para una verdadera experiencia del alma y del mundo interior.
El poder corrompe; éste es un hecho no menos verdadero en el plano espiritual que en el material. El nuevo poder de Fausto lo empuja más allá de los límites morales y es insensible a la destrucción que inflige a Gretchen. Sin embargo, la ama, y no puede ignorar por completo lo que ha hecho. Y esta pequeña semilla de remordimiento, nacida de la compasión, es finalmente la que le permite engañar al Diablo y lograr el perdón y la redención. Esto explica que no son las “buenas obras” las que lo salvan, sino el hecho de que, a pesar de estar hundido en el orgullo y en la sensualidad, de estar hundido en la propia miseria, todavía es capaz de amar y de sentir remordimiento.
Se nos dice que hemos de ser “buenos” con nuestras acciones para ser aceptables a los ojos de Dios. Sin embargo, la historia de Fausto nos enseña que la bondad está relacionada con la definición de ética adoptada por una sociedad determinada en cualquier época de la Historia. Amor y remordimiento, sin embargo, no están confinados a las doctrinas de una cultura o religión específicas. Ellos nos permiten saborear la luz y la oscuridad y, de alguna manera, conservar la integridad del alma.
Es posible que cualquier búsqueda espiritual honesta nos haga descubrir nuestro propio potencial para el mal y la destrucción, y que solo a través del enfrentamiento con ellos, y quizá incluso sintiendo durante algún tiempo que somos irredimibles —nuestro propio “pacto con el diablo”—, podamos experimentar lo que se puede llamar gracia. Aunque el término gracia es cristiano, este no se limita al cristianismo; es una misteriosa liberación interior que surge desde dentro y que da sentido no sólo a nuestra bondad, sino también a nuestra maldad.
Por eso el mito del doctor Fausto no es el simple relato moralizador que puede parecer en un principio. Se trata de un viaje interior y, como sucede con todos los mitos al mirarlos a nivel psicológico, los personajes que aparecen están dentro de nosotros. Fausto y Mefistófeles son dos caras de la misma moneda, y reflejan dos dimensiones del ser humano. Al espíritu de negación —que todos podemos experimentar cuando unos vemos la vida carente de valor y otros como insignificante— podemos hallarlo en cada uno de nosotros. Podemos invocar al Mefistófeles que llevamos dentro cada vez que nos sintamos desilusionados de la vida.
Pero este no es solo el Diablo. En el gran drama de Goethe, Mefistófeles le dice a Fausto: “Soy el espíritu que desea siempre el mal y, no obstante, hace siempre el bien”. A través de la intervención de nuestra oscuridad interior es como podemos finalmente hallar el camino hacia la luz.
El doctor Fausto por Marlowe.
A lo largo de milenios, la búsqueda espiritual ha proporcionado uno de los más temas importantes para la literatura y el arte, porque dentro del alma humana existe un movimiento irreprimible que no cesa de aspirar a algo superior a sí misma, ni abandona nunca su creencia de que algo eterno sobrevive más allá de la muerte de! Cuerpo.
Quizá esta sea la mayor diferencia entre los seres humanos y los demás ¡animales con los que compartimos el planeta. Pero semejante búsqueda no es un simple deseo de servir a Dios. Puede implicar también una búsqueda de conocimiento, no solo de conocimiento de lo divino expresado en términos religiosos convencionales, sino también de la clase de conocimiento de las leyes que subyacen en la realidad, que los más grandes científicos y psicólogos del mundo persiguen.
La búsqueda del conocimiento puede llevarnos por caminos oscuros o bien por caminos iluminados por la luz solar, y puede revelarnos tanto el mal como el bien que subyace en nuestro interior. Este mito trata de esa búsqueda espiritual, e implica una autoconfrontación que pone muy de manifiesto la profunda paradoja de luz y oscuridad que se oculta cu el núcleo del alma humana.
El bien es incomprensible sin el mal. Dentro del mito, no hay mejor lugar donde quede representada la misteriosa batalla entre el bien y el mal en el interior del alma humana que en la historia del doctor Fausto. La gran tragedia de Marlowe, la trágica historia del doctor Fausto, y el sublime poema épico de Goethe, Fausto, están basados en el relato medieval de un hombre cuya búsqueda espiritual lo condujo
finalmente a vender su alma al diablo. Su reconocimiento final de la aridez de los placeres terrenales y su redención última por medio del remordimiento y de la compasión siguen siendo una poderosa imagen de la necesidad de comprender tanto la oscuridad como la luz a fin de hallar la paz interior. Había una vez, un destacado filósofo y estudiante de teología conocido como el doctor Fausto. Pero las enseñanzas que filósofos y teólogos ofrecían sobre la naturaleza de Dios y sobre el significado de la vida no eran suficientes para satisfacer su intelecto inquisitivo. Y lo que es más, su orgullo era tan grande como su conocimiento, y deseaba descubrir las repuestas a los grandes misterios de la vida mediante su propio esfuerzo, en lugar de recibirlo de quienes secretamente despreciaba.
Así podía atribuirse todo el mérito. De modo que, al cabo del tiempo, el doctor Fausto abandonó su teología y se hizo estudiante de magia hermética, pues tenía la esperanza de hallar el secreto de la vida en los experimentos alquímicos y en el conocimiento prohibido de la magia y de la brujería transmitido desde los antiguos egipcios.
Sin embargo, incluso estas investigaciones prohibidas no pudieron enseñarle todo lo que deseaba saber, por lo que quedó sumido en una profunda melancolía entonces invocó en su desesperación a los espíritus infernales. En respuesta a su llamada apareció misteriosamente un perro negro en el estudio del erudito que después se metamorfoseó en una extraña figura que se presentó como Mefistófeles, el espíritu del mal y de la negación. Este personaje estaba siempre al acecho de las almas humanas que pudiera ganar para las tinieblas, engañando así a Dios; y Fausto deseaba el conocimiento de Mefistófeles respecto a los secretos de la vida y la naturaleza de lo divino.
De modo que establecieron un pacto entre ambos, sellado con sangre, en el que Mefistófeles convenía en servir a fausto en este mundo, en tanto que Fausto accedía a servir a Mefistófeles en el otro. Mefistófeles sabía muy bien cuál seria el precio que Fausto pagaría, pero el filósofo todavía no había comprendido que lo que estaba empeñando para toda la eternidad era su alma mortal.
Durante algún tiempo, Fausto se sintió emocionado por la magia y los misterios que Mefistófeles le mostraba, y creía que por fin estaba acercándose al conocimiento de los secretos de Dios, pero el oscuro espíritu de la negación erosionó gradualmente la voluntad del erudito y lo embaucó para que desarrollara una sensualidad y un orgullo cada vez mayores, hasta llegar a perder todo sentido de búsqueda espiritual. Fausto deseaba a una joven llamada Gretchen, a quien Mefistófeles incitó a caer en manos del filósofo.
Fausto la dejó embarazada y, cuando la abandonó, ella se volvió loca y, desesperada, mató a su hijo, siendo ejecutada por su crimen. Dándose cuenta de la terrible destrucción que había causado en una vida humana inocente, Fausto sintió un profundo y amargo remordimiento. Pues, aunque estaba en las manos de Mefistófeles, había comenzado a amar a la joven sinceramente, prueba de que en su alma había una parte que se había mantenido libre de corrupción. Y esto no lo había anticipado Mefistófeles, ya que el poder de redención del amor no era algo conocido para el espíritu de negación.
Pero era tanto el poder que Mefistófeles ejercía sobre Fausto que, durante muchos años, el filósofo se sumió en el placer sensual y penetró en todo los misterios secretos. Aprendió todo lo que deseaba saber. Y comprendió las gloriosas alturas del cielo y las tenebrosas entrañas del inframundo. Sin embargo, el remordimiento que sentía por la muerte de Gretchen crecía dentro de él como un cáncer y, a pesar de su corrupción, algo en su interior continuaba anhelando la luz.
Mientras Fausto iba haciéndose viejo, Mefistófeles esperaba con paciencia y satisfacción, pues pronto llegaría el momento en el que el filósofo se enfrentaría a la muerte y su alma pertenecería a las tinieblas. Pero en el último momento, cuando por fin Fausto se percató de las verdaderas consecuencias del pacto que había hecho, se sintió tan lleno de remordimiento, de amor y de sufrimiento, que su alma se escapó de las garras de Mefistófeles y fue conducida finalmente a las esferas celestiales.
Comentario.
La historia del doctor Fausto es una metáfora mítica de la lucha de todo ser humano por las tinieblas. Fausto constituye un paradigma, un ejemplo, de nuestro mundo interior, lleno de conflicto entre nuestros deseos egocéntricos y el anhelo de servir a algo más elevado y más grande que nosotros mismos. Aunque el mito original tiene sus raíces en el cristianismo medieval y, por lo tanto, presenta el bien y el mal de un modo más bien simplista, no obstante, el mensaje trasciende cualquier doctrina religiosa específica, en particular si esta se comprende psicológicamente.
Fausto es el símbolo del espíritu inquisitivo que hay dentro de cada ser humano, con la suficiente valentía e individualismo como para rechazar el dogma ofrecido por las autoridades religiosas convencionales, y, no obstante, peligrosamente arrogante al asumir que puede desafiar la moralidad humana fundamental en nombre del conocimiento.
Podemos condenar a Fausto por su codicia y arrogancia, y al mismo tiempo admirarlo por su valentía y por su voluntad de arriesgar su alma con el fin de penetrar hasta el corazón de los misterios de la vida. He aquí la profunda paradoja del bien y del mal, pues a fin de comprender el bien, debemos reconocer el mal; y para llegar a este reconocimiento debemos descubrirlo primero en la secreta oscuridad de nuestro propio corazón.
La desilusión de Fausto con las propuestas filosóficas y teológicas convencionales reflejan el dilema de un brillante intelecto que no puede limitarse a “creer” porque le piden que lo haga. La búsqueda espiritual, si se la siente sinceramente, no surge de una aceptación pueril de creencias, sino de la desilusión y del profundo deseo de comprender las paradojas de la vida.
Muchas personas no pasan de una creencia infantil, porque no están preparadas para recibir un conocimiento más firme y porque, también, es más cómodo recibir respuestas simples a los dilemas espirituales y morales. Y mientras estas personas no se arriesguen a correr ningún peligro en su interior, nunca podrán comprender en verdad lo que es la vida, ni encontrarán paz cuando se vean enfrentadas a las preguntas sin respuesta derivadas del sufrimiento injusto.
Muchas de las más grandes religiones del mundo condenan ese cuestionamiento, como lo hacía la iglesia medieval en los tiempos de Fausto. El cuestionamiento implica peligro, pero a la vez abre un potencial para una verdadera experiencia del alma y del mundo interior.
El poder corrompe; éste es un hecho no menos verdadero en el plano espiritual que en el material. El nuevo poder de Fausto lo empuja más allá de los límites morales y es insensible a la destrucción que inflige a Gretchen. Sin embargo, la ama, y no puede ignorar por completo lo que ha hecho. Y esta pequeña semilla de remordimiento, nacida de la compasión, es finalmente la que le permite engañar al Diablo y lograr el perdón y la redención. Esto explica que no son las “buenas obras” las que lo salvan, sino el hecho de que, a pesar de estar hundido en el orgullo y en la sensualidad, de estar hundido en la propia miseria, todavía es capaz de amar y de sentir remordimiento.
Se nos dice que hemos de ser “buenos” con nuestras acciones para ser aceptables a los ojos de Dios. Sin embargo, la historia de Fausto nos enseña que la bondad está relacionada con la definición de ética adoptada por una sociedad determinada en cualquier época de la Historia. Amor y remordimiento, sin embargo, no están confinados a las doctrinas de una cultura o religión específicas. Ellos nos permiten saborear la luz y la oscuridad y, de alguna manera, conservar la integridad del alma.
Es posible que cualquier búsqueda espiritual honesta nos haga descubrir nuestro propio potencial para el mal y la destrucción, y que solo a través del enfrentamiento con ellos, y quizá incluso sintiendo durante algún tiempo que somos irredimibles —nuestro propio “pacto con el diablo”—, podamos experimentar lo que se puede llamar gracia. Aunque el término gracia es cristiano, este no se limita al cristianismo; es una misteriosa liberación interior que surge desde dentro y que da sentido no sólo a nuestra bondad, sino también a nuestra maldad.
Por eso el mito del doctor Fausto no es el simple relato moralizador que puede parecer en un principio. Se trata de un viaje interior y, como sucede con todos los mitos al mirarlos a nivel psicológico, los personajes que aparecen están dentro de nosotros. Fausto y Mefistófeles son dos caras de la misma moneda, y reflejan dos dimensiones del ser humano. Al espíritu de negación —que todos podemos experimentar cuando unos vemos la vida carente de valor y otros como insignificante— podemos hallarlo en cada uno de nosotros. Podemos invocar al Mefistófeles que llevamos dentro cada vez que nos sintamos desilusionados de la vida.
Pero este no es solo el Diablo. En el gran drama de Goethe, Mefistófeles le dice a Fausto: “Soy el espíritu que desea siempre el mal y, no obstante, hace siempre el bien”. A través de la intervención de nuestra oscuridad interior es como podemos finalmente hallar el camino hacia la luz.
FIDEL CASTRO
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