Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

jueves, 21 de abril de 2011

A mi hija Francesca de Grimaldi, querida alumna de Juan Monzón por muchos años. El arte es sensibilidad no gritos destemplados ni emular al Bagre..

9 febrero 2011

Perfil de José “El Negro” Ledezma

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El valor de la decisión correcta

Las piruetas que José Ledezma podía hacer con un balón en mano, las cambió a los 24 años de edad por otras que podía hacer descalzo y sin poses. Empezó viejo en este asunto de la danza contemporánea, pero descubrió que ese modernismo era su norma de vida

Foto de Gonzalo Galavís publicada en el libro Taller

de Danza de Caracas, publicado en 1986


Fue en el año de 1959 cuando José Ledezma, apodado “El Negro”, decidió cambiar el curso de su vida. Hacía 24 años que ese metro ochenta de piel morena lloró por primera vez en Maracay. Joven con expectativas llegó a Caracas, como todos los soñadores, para forjarse un camino. La universidad lo acogió, en la Facultad de Ciencias y la bata blanca de Químico Industrial fue para él.

A la par de esto, El Negro Ledezma alimentó su estatura con la rudeza del basquetbol. Compitió en los primeros Juegos Panamericanos, celebrados en Buenos Aires en el año 1951, donde Venezuela sólo alcanzó dos medallas en el cuadro final. Al volver del exterior, fue cuando tomó la decisión: cambiar los tubos de ensayo y el balón por su cuerpo.

Hacer danza no siempre motivó al ahora maestro. Fue un encuentro casual con Grishka Holguin –mexicano responsable de haber instalado la danza contemporánea en Venezuela–, cuando Ledezma conoció algo más que el clasicismo del ballet. En la silla que se ve desde la puerta de la que es su residencia desde hace más de cuarenta años, el determinante coreógrafo puede describir a la perfección lo mismo que ha repetido a cada uno de sus alumnos. Que el ballet es una disciplina muy afectada, con un solo frente y que cuando Holguin lo invitó a ver una clase de danza contemporánea en el Teatro de la Comedia (hoy Teatro La Campiña) dijo: “Esto sí es un hombre bailando”.

El mexicano tenía mucha influencia de la escuela de Martha Graham, iniciadora de la danza moderna, pero no llegaba al drama. José Ledezma se aventuró a pedir permiso en donde estaba trabajando y todos los días podía salir a las 2:00 pm, en vez de a las 4:00 pm, para asistir a las clases de danza. Durante cuatro años pudo lidiar con las dos vidas y decía que iba a bailar con el pretexto de que no estaba haciendo ejercicio porque recién había dejado el basquetbol.

No es fácil hacer sentir cómodo al Negro en medio de una conversación donde sienta que no lleva la batuta. Dice que es la última entrevista que va a dar en su vida, cada vez que una nueva cohorte de los escasos interesados en el arte lo visita. Es una casa tipo estudio en la que el invitado tiene su puesto: en la silla que está en el despacho, cual consultorio médico. En la otra división del apartamento está la encargada del mantenimiento esperando pacientemente que sea la hora de almorzar. “Yo soy el único patrón que le cocina a su ama de llaves”, dice. Quien quiera adivinar qué aportes ha dejado este hombre en materia cultural, sólo tiene que observar las paredes tapizadas con figuras indígenas, barrocas, clásicas. De todo existe. De todo cuanto pudo recorrer Ledezma junto a su Taller de Danza de Caracas. El legado más importante que ha dejado como maestro: fundar una academia que ha formado profesionales del movimiento desde hace 35 años.

El Taller Experimental de Danza fue un pequeño grupo de estudiantes de la Universidad Central de Venezuela que creyeron en la posibilidad de descalzarse para hacer arte. Creyeron también en el misticismo de un hombre que manejó perfectamente los cánones que el propio Merce Cunningham le enseñó, toda vez que fue a Nueva York en búsqueda del conocimiento de primera mano. Cunningham es otro de los representantes de la danza moderna en el mundo. El que lo terminó de convencer de que el baile sería su verdad absoluta.

En 1974 Ledezma funda el Taller de Danza Contemporánea como una necesidad de expansión del Taller Experimental de la UCV que pasó a manos de Holguin. El Negro comenzó a ser maestro, a profesionalizar la danza contemporánea en Venezuela. El TDC giró dentro y fuera del país. Necesitaban un nombre con el que la gente pudiera identificar de dónde provenían. Y entonces cambió el nombre a Taller de Danza de Caracas, que en el medio se conoce como “Danzas Caracas”.

Ledezma, con su carácter sarcástico, siempre estuvo rodeado de alumnos ejemplares que llegaban en silencio a formarse en ajedrez frente al espejo. El pent house de Parque Central ha recibido a alumnos tan emblemáticos como Abelardo Gameche y Luis Armando “Yayo” Castillo, por ejemplo.

El Negro es poco modesto y no le interesa que su nombre pase por debajo de la mesa. Detesta los reconocimientos que da el Estado, porque piensa que un diploma o una medalla no son suficientes para darle valor a su labor de cincuenta años dedicados a hacer país desde el baile. Entre tantos adornos colgados en la pared, está visible una vitrina en la que él afirma que se guardan “un poco de cosas feas e inservibles”. Hace unos meses lo llamaron de la Universidad Nacional Experimental de las Artes para entregarle un reconocimiento como Maestro Honorario de la casa de estudios. Y dentro de la vitrina está la medalla dorada, enorme, con cinta tricolor, que le otorgaron. Él cree que el tiempo de vivir de la danza “por amor al arte” ya pasó y es una idea romántica. Los reconocimientos para los artistas venezolanos se reducen a los Premios Nacionales y Municipales de Danza que otrora daban una beca de por vida. Ahora solo son 1100 bolívares de los que se queja constantemente.

“Todo tiempo pasado fue mejor”, dice el refrán común que el coreógrafo utiliza para describir a la estética de la belleza que maneja en sus creaciones, contrario a lo que él ve que se está gestando hoy en día. No le importa haber dejado de darle clases a los jóvenes de hoy porque dice que el material humano cada vez es peor.

Para quienes aún creen que el arte es la elección de una vida divertida, Ledezma sufre los embates de unas erradas políticas culturales que lo imposibilitaron de bailar hace seis años. El Consejo Nacional de la Cultura objetó que no podía dirigir a dos compañías de danza a la vez. Cuando el Taller de Danza de Caracas tenía una larga lista de nuevos ingresos, Ledezma decidió crear la Escuela Experimental de Danza para formar a esos alumnos antes de entrar al Taller, de manera que aseguraba la completa formación de cada individuo. Su acción fue dejar a una de sus alumnas más queridas, Yurie Cavallieri, en la dirección del TDC y él quedarse con la Escuela, pero en ese momento, le suspendieron el subsidio.

José Ledezma dejó de creer en los mitos de que los hombres serios no pueden dedicarse a la danza. Hoy, a sus 77 años, trajeado con jeansy guayabera, está seguro de que la elección fue certera y el esfuerzo intelectual y físico que empleó, dejó un gran resultado. Desde Abelardo Gameche como su alumno más representativo hasta los cánones de movimiento que empleó en la danza contemporánea en el país, todos afirman que El Negro Ledezma es una eminencia por lo clásico y mágico que permite experimentar el contacto del cuerpo con el piso, en toda su expresión. El hecho de sostener que la danza no tiene por qué ser una cosa literaria-descriptiva, que el bailarín trabaja con ideas y no con temas y que la parte más importante no es lo que se dice sino cómo lo dice el cuerpo, son los aportes más importantes de este maestro que la danza venezolana agradece que Grishka Holguin lo haya convencido de tomar el camino correcto.



Grishka Holguin. Premios

Nacionales de Cultura.

Danza 1993

Arte y Literatura / Música / Danza, baile y folklore / Ballet


Grishka Holguin. Premios Nacionales de Cultura. Danza 1993

Ficha Técnica

AUTOR: Carlos Paolillo
EDITORIAL: FUNDACION EDITORIAL EL PERRO Y LA RANA
FECHA:
FORMATO: N/D
ENCUADERNADO: Rústico
Nº DE PAGINAS:
ISBN:






Grishka Holguín... El maestro

(1922-2001)


















Revisando entre mis escritos, conseguí este texto que escribí en septiembre de 2001, a propósito de la partida física de mi maestro: Grishka Holguín. Y lo reproduzco a propósito de que en estos días he pensado mucho en él, y en cada uno de los bailarines y profesores de Pisorrojo, agrupación de danza de la Dirección de Cultura de la UCV, que hoy cuenta con veintiséis años, aún recuerdo cuando celebramos los quince años.




Revisando entre mis escritos, conseguí este texto que escribí en septiembre de 2001, a propósito de la partida física de mi maestro: Grishka Holguín. Y lo reproduzco a propósito de que en estos días he pensado mucho en él, y en cada uno de los bailarines y profesores de Pisorrojo, agrupación de danza de la Dirección de Cultura de la UCV, que hoy cuenta con veintiséis años, aún recuerdo cuando celebramos los quince años.

Revisando entre mis escritos, conseguí este texto que escribí en septiembre de 2001, a propósito de la partida física de mi maestro: Grishka Holguín. Y lo reproduzco a propósito de que en estos días he pensado mucho en él, y en cada uno de los bailarines y profesores de Pisorrojo, agrupación de danza de la Dirección de Cultura de la UCV, que hoy cuenta con veintiséis años, aún recuerdo cuando celebramos los quince años.

Le regalo esta reflexión a mis hermanos los Pisorrojenses, a quienes recuerdo con mucho cariño, con quienes compartí uno de los momentos más felices de mi vida. Ellos son: Carlos “Gato” Machado, Franklin Bottini, Richard Pedra, Dixon Mena, Ailed Izurieta, Betzabeth Correa, Milagros González, Melibay Ocanto, Mireya Cruz, Ana Cristina, Penélope, y mis siempre amados que hoy no están con nosotros: Laureano Maroa y Pedro Marroquín.

Los amigos cercanos con quienes también compartimos, bailaron como invitados o trabajaron de alguna manera en el grupo durante esa época: Daniel Wakstein, Elio Martínez, Carmen Ortiz, Rafael Betancourt, Daniela Pinto, Alex, Rafael, Omar, Malala y los percusionistas Hilda y Carlos Rojas.

Ofrezco mis respetos y reconocimiento a dos personas con quienes aprendí muchísimo, que lucharon durísimo para desarrollar las producciones de la agrupación a lo largo de los 90, y como alguien me dijo en estos días, contribuyeron para que Pisorrojo tuviera “un momento histórico que marcó una pauta”, los maestros Adolfo Ostos y Moravia Naranjo.


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Grishka Holguín... El maestro (1922-2001)

¿Cuál es la diferencia entre un profesor y un maestro? Se me ocurre pensar que Grishka Holguín es la respuesta.

Era aún adolescente cuando me enteré, a través de un artículo periodístico, sobre la existencia del maestro Grishka Holguín. En dicha nota él era resaltado como el pionero de la danza contemporánea en Venezuela, en la cual además invitaban a los jóvenes a formar parte del grupo Pisorrojo de la UCV. Era principios de los noventa. En aquel entonces no podía imaginarme que años más tarde estudiaría con Grishka y mucho menos que bailaría sus últimas coreografías.

El legado de un pionero

En este año 2001, el Taller Experimental de Danza “Pisorrojo” de la Universidad Central de Venezuela arriba a su XX aniversario, agrupación re-bautizada en 1981 por Grishka Holguín con el nombre de “Pisorrojo”, satirizando el color del piso del pasillo que sirve aún como salón de clases. Esta agrupación universitaria, actualmente dirigida por el maestro Adolfo Ostos, constituye el último centro de formación y creación artística dirigido por Holguín, luego de una carrera de más de 50 años de vida artística.

En 1948, Grishka Holguín fundó el Teatro de la Danza, primera compañía venezolana de danza contemporánea. En 1960 creó, y dirigió junto a Sonia Sanoja, la Fundación de Danza Contemporánea. En 1967 lideró el Teatro de la Danza Contemporánea; y finalmente en el año 1976, fue invitado a reactivar el Taller Experimental de Danza de la UCV.

Un centenar de coreografías

Sinfonía en tres movimientos (1948), Medea (1959), Banshee (1964), Prólogo (1970), Conjuro (1984), Adagio para un vampiro (1989), Pedestal (1990), Terra Cotta (1992), más recientemente, y tal vez sus tres últimas creaciones, Flash back (1994), Idea fija, (1995) y Petroglifos (1996), son algunos de los títulos que forman parte de la inmensa lista de coreografías, casi un centenar, creadas por el maestro Grishka y desarrolladas a lo largo de su fructífera labor como bailarín, coreógrafo y docente. La música utilizada para sus coreografías viaja por la discoteca universal, desde Peter Grabriel, pasando por Antonio Lauro, Beethoven y hasta Klaus Nomi.

“Estas obras de danza, al igual que la música, no relatan una historia ni siguen un programa preciso. En algunas se utiliza la magia como motivación general (magia en el sentido de la imaginación). Pero en cada una de ellas existe una motivación muy definida de la cual surgen los movimientos. Nos agrada pensar que trabajamos como escultores, utilizando el cuerpo como materia prima”, Grishka Holguín.

Durante el montaje coreográfico, los bailarines debíamos tener los sentidos bien abiertos para poder captar con rapidez lo que él quería. Grishka tenía la habilidad para hacer que cada cual sacara lo mejor de sí, sin importar su dominio de la técnica ni sus condiciones físicas. El maestro permitía que los ejecutantes bailáramos con total libertad de expresión e interpretación, sobre la base de los movimientos estructurados. Él dejaba que los bailarines sacáramos esa energía inexplicable que experimentamos cuando bailamos verdaderamente, el “duende” en términos flamencos.

Más allá de la danza

Cientos de bailarines y profesores de danza contemporánea venezolanos, de distintas generaciones, pasaron por las clases del maestro Grishka Holguín. Pero me atrevería a afirmar que fuimos nosotros, los Pisorrojenses de la década de los noventa, quienes tuvimos la valiosa oportunidad de recibir, y disfrutar, el extracto divino de su enseñanza.

Grishka Holguín era una especie de “Lord inglés”. Él tenía una personalidad ecuánime caracterizada por un particular humor negro y sarcástico, el cual siempre abría espacio para admirar la belleza y sublimidad de la vida, de lo cotidiano.

Aún puedo visualizar al maestro con su chemise blanca, pantalón de mono, medias blancas, sus zapatillas cortadas en las puntas y sentado en su silla negra de director de cine, dando clases en Pisorrojo al ritmo de la percusión en vivo. Más allá de la danza y la técnica... Grishka nos enseñó a tener disciplina, puntualidad, amor por el trabajo, respeto y seguridad. Nos hizo entender que la formación del cuerpo debía ir acompañada de la formación del intelecto. Él tenía la habilidad para entender, sin palabras, los cambiantes estados de ánimos de los bailarines, y en esa medida, exigir lo necesario.

Eliana Quintero. Integrante del Taller Experimental de Danza “Pisorrojo” de la Universidad Central de Venezuela entre 1991-1997. eliquin@hotmail.com

Juan Monzón: una vida por


la libertad y danza



Su pasión por la danza es fácilmente reconocible con sólo observar su labor y trayectoria en este arte a lo largo de los años en Venezuela. Amante de la improvisación y la libertad en el movimiento, Juan Monzón constituye hoy día uno de los máximos exponentes de la danza contemporánea en nuestro país.



Quien es actualmente director de Valencia Danza Contemporánea, la compañía de danza residente del Teatro Municipal, ha sido objeto de numerosos galardones y reconocimientos como el Premio CONAC de Danza, Premio Grishka Holguin y el Premio Regional de Danzas de Carabobo.

Monzón llegó a tierras venezolanas desde Santa Cruz de Tenerife, en las Islas Canarias, cuando tenía 11 años. Desde pequeño disfrutaba las películas musicales de Fred Aistaire y Jimmy Rogers. Tanto le llamaba la atención el baile que colocaba herraduras en las suelas de sus zapatos para danzar con ellos y entender cómo lo hacían sus estrellas.

Cuando arribó a Caracas en 1956, como todo inmigrante y debido a la muerte de su padre, se vio en la obligación de trabajar, siendo su primer oficio un cargo en un restaurante designado a alimentar trabajadores y más tarde como office boy en diferentes oficinas.

Una vida danzando



Aún para la fecha, no había recibido lecciones hasta que un amigo que conocía su anhelo de bailar, lo condujo hasta Grishka Holguin, quien para entonces ya era un gran maestro y se convirtió en el pionero de la danza contemporánea en Venezuela. “Yo fui a esa primera clase y quedé fascinado”, recuerda Monzón con entusiasmo. Holguin le negó hacer ballet pues siempre quiso romper el esquema de lo clásico que para entonces era lo único que existía en el país, pero esto no fue problema para este joven deseoso de bailar. “A mí me encantaba su técnica, creo que el sentido de improvisación que tengo me lo creó él”, indicó con aires de agradecimiento.

Así, logró absorber cada enseñanza y cada detalle de Holguin y fue aquí donde conoció a José Ledezma, su amigo y colega con quien trabajó en el arte de la danza por muchos años. En 1959, luego de seis meses de haberse iniciado en la disciplina, logra bailar en el escenario del Teatro Nacional demostrando su talento innato para la danza. “Yo soy la segunda generación de danza contemporánea en Venezuela” manifiesta Monzón indicando que entre su trabajo diurno comooffice boy y en la noche como bailarín, acumuló unos cuantos años de experiencia y aprendizaje en la disciplina de la danza contemporánea, los cuales le ayudaron a convertirse en el creador de danza que es hoy día.



Más adelante se crea “Danzas Venezuela”, bajo la dirección de Yolanda Moreno, y Monzón fue invitado a formar parte de la misma, agrupación que no sólo estaba compuesta por bailarines, sino también por músicos, escenógrafos, diseñadores, entre otros. “Era teatro de calle (…) nos íbamos en grandes autobuses a todas partes, bailamos por toda Venezuela”, afirmó Monzón, quien se unió a dicha agrupación debido a la oportunidad que representaba y por su necesidad de un soporte económico que no lograría obtener en su escuela original.

Con Danzas Venezuela bailó por unos años, durante los cuales se enriqueció y compartió la experiencia con otros grandes artistas como José Ledezma, Sonia Sanoja, Miró Antón -con quien se inició en el ballet-, entre muchos otros. Después de un tiempo decide retirarse de la compañía y le es ofrecido trabajar en Radio Caracas Televisión; a pesar de no ser de gran agrado el trabajo frente a las cámaras, aceptó porque aquello le permitiría continuar con el baile.

Paralelamente a la televisión, donde tuvo la oportunidad de formarse con Sandra Lebrock, destacada bailarina de jazz, trabajó en diferentes agrupaciones a lo largo de los años entre los que destaca su trabajo con Sanoja. Luego se retiró de las cámaras para volver a la danza en su esencia, pero al poco tiempo, se inicia en Venevisión donde trabaja con Joaquín Riviera. Al mismo tiempo, estaba a cargo de un grupo de danza de la Universidad Central de Venezuela en compañía de Ledezma.

“En Venevisión ganaba ocho mil bolívares al mes, mientras que en la universidad ganaba 500, y yo (en la UCV) era maestro, coreógrafo y bailarín, pero yo era feliz, eso era lo que quería hacer, y a mí no me importaba lo que me pagaban, porque yo nunca hice la danza por dinero. Uno como artista eso no lo hace jamás, no tiene sentido para nosotros” aseveró Monzón.



Riviera le pedía realizar montajes para la televisión, pero Monzón se negaba pues no apreciaba por completo este tipo de bailes. “Yo siempre he creído en la danza como arte y no como divertimento. Lo que yo hacía en la televisión era divertimento y no tenía nada que ver con el arte de la danza”. A esto agregó: “poner yo mi creatividad al servicio de esto (en lo) que no creía, (sentía que) estaba fríamente faltando a mis creencias”.

Así pues, Monzón continuó en lo que creía y siguió danzando de acuerdo a su filosofía de la danza como arte. Luego de haber experimentado variados estilos en el ámbito dancístico, Monzón estuvo claro: “o ballet, o danza… o yoga”, agregó jocoso mencionando que aún lo practica. Sin embargo, aunque conoció la importancia del ballet, su primer amor fue la danza contemporánea y desde un principio se aferró a ella. “El bailarín contemporáneo vive la vida, por eso hay tanta variedad, porque es lo que siente el creador a la hora de hacer su danza, es la vivencia actual, como expresión de ahora (…) por eso es contemporáneo, es la nueva danza”.

Bailando
con el Maestro

Estando en la Universidad, Vicente Nebreda lo invita a formar parte como solista de la compañía del Ballet Nacional de Caracas, de la cual él era director artístico. Monzón no se sentía en capacidad de bailar ballet, pero Nebreda lo convence y él acepta. Así tuvo la experiencia de bailar dentro del rígido mundo de posiciones corporales y rangos de una compañía de ballet, bajo la brillante dirección de dicho maestro.

“A mí (Nebreda) me encanta porque yo pienso que él es uno de los grandes que ha cambiado el ballet, inclusive los montajes clásicos como La Bella Durmiente, El Cascanueces (…) con todo eso el ha hecho un viraje maravilloso, y los Valses Venezolanos que él monto eran extraordinarios, la pureza de los movimientos, es muy neoclásico”, indicó Monzón respecto al coreógrafo.

Luego de trabajar durante un año con él, decide retirarse puesto que no se sentía bien, el ballet no era lo que buscaba: “la danza y el ballet no tienen nada que ver una con la otra, es como la noche y el día, no tienen absolutamente nada que ver, son concepciones diferentes, planteamientos diferentes”, aseveró Monzón, destacando una vez más su necesidad de libertad que solo podría conseguir con la danza contemporánea.

Movimientos
en clima valenciano

A finales de la década de los 70, luego de numerosas experiencias como bailarín, Juan Monzón se convierte en profesor titular del Consejo Nacional de la Cultura (CONAC), y con dicho nombre dicta talleres de formación en danza, a escala nacional e internacional. A mediados de los 80, por medio de la destacada María Luisa Bigott, le es ofrecida la formación de una escuela en Valencia y así decidió empezar con un grupo totalmente nuevo, el cual moldeó desde sus inicios. En 1992, gracias al subsidio ofrecido por el CONAC, dicha escuela se convierte en Escuela Nacional de Danza, Núcleo Valencia, la cual continúa hoy día.



En 1989, se formó la compañía conocida como “Valencia Danza Contemporánea”, cuyo nombre, Monzón hubiese preferido fuese modificado a “Errante Danza” pues este último expresa claramente su trabajo y lo que proyecta dentro de la compañía: “La contemporaneidad ya pasó, eso fue con (Merce) Cunningham; ahora es la nueva danza, la danza experimental”.

Respecto a su forma de trabajo, Monzón aclara: “mi técnica es una formación global y más abierta, cada coreografía es un lenguaje diferente”. Asimismo destacó que “cada coreógrafo ha creado su propia técnica para expresar lo que quiere decir en sus coreografías, aunque yo estoy en contra de eso, porque pienso que el contemporáneo y el ballet no cambian mucho cuando están muy sujetos dentro de la técnica, ésta coarta la libertad del movimiento”. La idea es “no perder la improvisación y la libertad del movimiento por la técnica”.

Una realidad



Siendo un maestro en la danza como lo es Monzón, resulta contrastante tomar en cuenta la situación que viven la compañía y la escuela que están a su mando. A falta de una sede oficial destinada a los inagotables ensayos, prácticas, entrenamiento y enseñanza, ambos grupos hacen vida activa dentro de las instalaciones del Teatro Municipal, en un espacio no pensado para tal fin.

La espera por un espacio propio, amplio y cómodo no es novedad para Monzón y para quienes trabajan no sólo por la danza sino para tantas otras expresiones de las artes. Monzón sigue a la espera de que algún organismo gubernamental le ayude a establecer una sede propia que se ajuste a las necesidades y exigencias de la enseñanza de la danza, asegurando que no será para su provecho, sino para el de sus alumnos.

Un hombre que hable de Merce Cunnigham, Martha Grahams e Isadora Duncan con tal emoción, es un artista innato, cuyo amor y pasión por el arte le impulsa a mantener las esperanzas de un porvenir mejor. El trabajo arduo y apasionado de un bailarín nunca cesa, así sea en condiciones poco óptimas. Por esta razón, Monzón siempre será un enamorado del arte de la danza, de la libertad de la expresión del cuerpo, un luchador insaciable y lleno de un sentimiento que fortalece el espíritu y lo hace crecer por medio del movimiento.

Escrito por Bernardette Rodríguez
Lunes 2 de Mayo de 2005 a las 3:11 pm ( 21,622 lecturas )


Francesca Fierro, hoy de Grimaldi, médico y madre de dos hermosos hijos, bailó con

el maestro Monzón desde los 7 años hasta que sus estudios de Medicina en la UC

se lo permitieron, tomando la decisión que más le ha costado en la vida en ese asunto,

a ella dedico esta entrada porque hay que honrar quienes hicieron la Danza

Contemporánea en

Venezuela, olvidados por conveniencias de elevar solo a Zandra Rodríguez


Murió SOFIA SILVA INSERRI, Primera

Miss Venezuela que representó al Estado Bolívar en 1952.

Medía solo 1,63 de estatura y murió en Bogotá a los 82

años de edad

Miss Venezuela 1952.jpg
Fecha:7 de junio, 1952
Presentador:
Sede:Club Valle Arriba (Caracas)
Concursantes:19 (5 retiradas)
Ganadora:
Bandera bolivar.gif
Sofía Silva Inserri (Bolívar)
Finalistas
Ligia De Lima (1, Anzoátegui)
Vilma Viana Acosta (2, Guárico)
Olga Buvat (3, Distrito Federal)
Cronología
AnteriorPosterior
II Edición
1953

Miss Venezuela 1952

[El Miss Venezuela 1952 fue el primero realizado en el país. La selección tuvo lugar en el Club Valle Arriba de Caracas el 7 de junio de 1952. Sofía Silva Inserri, (23 años, 1,63 mts) representante del estado Bolívar, ganó el concurso entre 14 participantes y posteriormente representó a Venezuela en la primera edición del concurso Miss Universo ese mismo año. El Miss Universo se llevó a cabo en Long Beach, California, y había sido creado para publicitar los trajes de baño Catalina. El concurso estuvo enmarcado por protestas mayormente ignoradas por parte de la iglesia católica venezolana, que consideraba al concurso como vulgar.

El concurso fue organizado por el periodista y musicólogo Reinaldo Espinoza Hernández y tuvo como jurado a diversas personalidad de la vida publica nacional, incluyendo a Abelardo Raidi, Ángel Álamo Ibarra, Oscar Cróquer, Aura Marina Colmenares, José Manrique, Flor Isava de Núñez, Olga Tirado de Quintero Muro, Carlos Eduardo Frías y Amable Espina. A diferencia del concurso actual, el acto de coronación de la Miss Venezuela 1952 se realizó en varias fiestas, incluyendo una presentación con traje de calle en el Círculo Militar de Caracas en el que estuvo presente la Junta de Gobierno. También hubo uno con trajes típicos en el Club Los Cortijos y posteriormente se realizó una proclamación popular en el estadio de béisbol de la Ciudad Universitaria.

Una vez coronada, Sofía Silva Inserri tuvo alrededor de una semana para prepararse para el Miss Universo, del cual fue eliminada en la primera ronda. Al año siguiente le entregó la corona a Gisela Bolaños Scarton, Miss Venezuela 1953. Antes de realizarse el concurso se retiraron las representantes de Elba Delgado Olivares (Apure), María Josefina Rosell (Cojedes), Carmen Yolanda Luongo (Monagas), Ana Rosenda Ramos (Portuguesa), Carmen Guilarte Jiménez (Sucre).

[]Participantes del concurso (alfabético, por estado)

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