Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

lunes, 5 de marzo de 2012

La Hojilla y sus antecedentes como programa de un régimen totalitario

Carlos Raúl Hernandez: Antecedentes de “La Hojilla”






Los movimientos totalitarios agrupan toda suerte de discapacitados morales y espíritus torcidos. Donde quiera que triunfan, esa Corte de los Milagros utiliza los medios de comunicación para volcar y contagiar su rencor, protegidos por policías, guardaespaldas y toda la arboladura del poder. Cómodamente ultrajan desde ahí.

La Corporación de Radiodifusión del Reich, tenía el monopolio de la radio, eliminó la publicidad, la programación normal y se propuso “crear conciencia política”, como VTV. “La radio alemana sirve al pueblo alemán. La que no, desaparece”.

Inventaron un receptor de bajo costo, “radio del pueblo”, que multiplicó la audiencia. Por tosco era ideal: no sintonizaba frecuencias extranjeras. Revolucionario, nacionalista y socialista. La atronadora voz de Hitler y otros ángeles de la muerte llegaba hasta los confines.

La barbarie de los “medios del odio”, pisó tales extremos que los filósofos de Francfort, Adorno, Marcuse, Horkheimer, Fromm, Benjamin, se convencieron que la radio era la bestia negra de la modernidad. Ante la fuerza de las imágenes de laTrilogía de Nuremberg de Leni Riefenstahl, la cineasta personal del Führer, execraron también el cine.

En muchas iglesias europeas, relieves o esculturas medievales representan desagradables hombrecitos con alguna identificación judía, debajo o sobre una gran cochina, en actitudes abyectas y sugerentes. Nuestro máximo hombre nuevo, inspirado tal vez en el Concilio de Trento, vuelve a asociar cerdo y judío.Judensau, o saujude, (cochino judío) bramaba Hitler en sus paroxismos. Estaban obligados a usar una estrella amarilla en la ropa.

Steiner piensa que el prodigioso uso del lenguaje de Hitler era “demoníaco”, “parecía que se materializaba dentro de cada hogar”. Cree ver en los ojos profundos y el rostro atormentado de Kafka la premonición de los ríos de sangre, espanto y sufrimiento infernal que vendrán. Su obra sería un escalofriante presentimiento del horror nazi.

“Plaga de cucarachas” llamaba Hitler a los judíos. Mucho antes Kafka había descrito la metamorfosis de Gregorio Samsa en insecto, en un estilo áspero, siniestro y sublime, como un Apocalipsis; y La colonia penitenciara era un campo de concentración.

Nadie con la monstruosa riqueza expresiva, violencia y profundidad en la perversión de Hitler: “de cualquier albañal que levantes la tapa, de cualquier piedra húmeda que muevas, debajo de cualquier pedazo de estiércol, saldrá asustado un insecto: el judío”. El hombre nuevo venezolano, su discípulo local, lo imita. Habla de escuacas, diablos en sotanas, majunches, apátridas, canallas, burgueses.

A partir de abril de 1994 bajo el gobierno interino del hutu Jean Kambanda, milicias asesinan un millón de tutsis, cuatro quintas partes de los tutsis de Rwanda, 11% de la población general del país. Violaron la inmensa mayoría de las mujeres y de ellas 66% son hoy seropositivas junto con 30% de la población global.

El Gobierno y las milicias contaban con la revista Kangura y una emisora oficiosa, la Radio Mil Colinas o “radio del odio” de varios locutores criminales, violentos, cínicos y apoyados, Jean-Bosco Barayagwiza, Ferdinand Nahimana y Hassan Ngeze preparan a los hutus para perpetrar el genocidio. Deshumanizan al sujeto de exterminio: los tutsis eran “cucarachas”, subhombres despreciables, inferiores, de vergonzosas costumbres.

“Imbéciles bebedores de leche” (por ser pastores) y las mujeres “prostitutas fáciles y enfermas”. “De las cucarachas no puede nacer una mariposa… solo puede nacer otra cucaracha”. Matarlos era combatir la plaga. ¿Estarán aplicando la lección aquí?

“Cien mil hombres deben reclutarse rápidamente para exterminar a los Inkotanyi(… ) porque son tutsis” (4 de junio 1994). “Alguien deberá firmar el contrato para exterminar a los tutsis de la faz de la tierra” (13 de mayo de 1994).

En los 90 apareció la “radio del odio” en EEUU, vinculada, como siempre, a causas nauseabundas. Newt Gingrich, el apaleado precandidato republicano actual (que le pidió divorcio a su mujer en la clínica recién operada de cáncer) y Rupert Murdoch, estimularon por miles, locutores descabellados, racistas y terroristas.

Clinton los emplazó directamente por instigar el atentado contra el edificio gubernamental de Oklahoma Ci-ty. La sociedad democrática, generó anticuerpos, reeligió al Presidente y paró la abominable reacción. ¿Sabe VTV lo que hace?

@carlosraulher

Carlos Raúl Hernández: La hojilla

Cómo una sociedad se vuelca masivamente a devorarse a sí misma?

Los alemanes tienen la comprensible obsesión del desgarramiento periódico

para buscar “las causas” del nacional-socialismo. Verdugos voluntarios

de Hitler (1996) del norteamericano Daniel Goldhagen, establece que

“la raza” alemana se conformó histórica, social y culturalmente para ese

genocidio. Un fato ineludible.


Goldhagen prolongaba la perspectiva “historicista” que ve en el triunfo de Hitler

un desenlace inevitable de “las tradiciones autoritarias y antisemitas

germánicas” desde la Edad Media y la Reforma Luterana, pasando por la

filosofía del “destino funesto” del Romanticismo, y Bismarck. Desfilan Lutero,

Schopenhauer, Wagner, Hegel, Fichte, Nietzsche. El asalto a la razón.

Imponer un proyecto social totalitario se dirime en tiempo real con gente y

sangre en las calles, y no depende de la historia sino del desenlace de la

confrontación. Pero el historicismo cree que cada pueblo tendría un programa

genético escrito en la frente. El exageradísimo historiador francés Alain Besancon,

llega a sostener que los orígenes del leninismo están -nada menos- que en

“el gnosticismo y el maniqueísmo” de los siglos I al III.

Un libro racista contra el racismo. “Si raspas un alemán, consigues un huno”

dice el dicho. Y si raspas un croata, un servio, un hutu, un camboyano…

¿que consigues? Christopher Browning, autor de Hombres ordinarios (1992)

ofrece una posición totalmente distinta y polemiza con él.

El ambiente cultural de toda Europa en las primeras décadas del siglo XX

venía cargado de presagios. Mundos lúgubres fotografiados por Murnau y

Lang, dislocados por Picasso y Braque, asfixiante el de Kafka,

irracionales los de Tzara, Breton, Eluard, Artaud, donde Brecht no sabe

si el ladrón es quien funda un banco o quien lo atraca.

Tiempos de la pasión antidemocrática y antiliberal que triunfa en Rusia,

Italia, España, Portugal, Polonia y los Balcanes. No es sólo Alemania.

Más que por los antecedentes, entender el triunfo de Hitler o Lenin implica

determinar cómo un movimiento totalitario logra convertir en asesinos

una parte considerable de la sociedad y desarticular el sistema político.

La débil democracia de Weimar sólo tenía como apoyo algunos partidos políticos.

La Socialdemocracia, el Partido Demócrata y el Partido Populista Cristiano,

establecen la Alianza de Noviembre luego de la derrota de Alemania en

la Primera Guerra, para encarar el vacío institucional de la caída del Kaiser.

Fundan la democracia de Weimar en medio de la humillación nacional, y

los factores de poder -la gran industria, las Fuerzas Armadas, la Iglesia,

el comercio, los intelectuales- le tienen asco al Gobierno que da la cara

por un país ocupado militarmente, obligado a pagar reparaciones de

guerra y ceder territorios.

Los “astutos” empresarios se fregaban las manos frente al fracaso de

“los políticos” y esperaban su caída para sucederlos. Y sin historicismo

ni niño muerto, los propios partidos se devoran entre sí. Los comunistas

y la derecha desacreditan a la socialdemocracia y le hacen la cama a Hitler.

Browning estudia el comportamiento de los miembros de un batallón

civil de reserva de la policía polaca que realizó su labor de exterminio

con extraordinaria “eficiencia”. No eran criminales fanatizados con una

“misión histórica” en la cabeza, sino hombres ordinarios padres de

familia sencillos. Muy pocos se negaron a las degollinas de inocentes,

niños y mujeres.

En las guerras civiles de Secesión, Española, los Balcanes y Ruanda,

las inundaciones de violencia y sangre corrieron entre personas normales

que antes trocaban tasas de harina o azúcar. Una película de Trueba cuenta

cómo la milicia republicana, que había tomado un lado de la calle,

intercambiaba fósforos y cigarrillos con la tropa franquista, del otro.

Eran primos o sobrinos.

Los genocidios interiores han sido mucho más cruentos y crueles que las

guerras convencionales, pues mientras estas revientan por meros intereses

impersonales, las otras nacen de resentimientos inducidos por jefes siniestros.

Las persecuciones por raza, religión, doctrina, las preceden campañas de

odio ruin, bestial, exaltación de bajas pasiones, contra los sujetos de exterminio.

Los medios de comunicación del inframundo son responsables de la sangre

derramada. Agravian, vejan, ultrajan y señalan el grupo a destruir.

Los tutsis eran “cucarachas”, los vecinos del apartamento de al lado son

gusanos, judíos, desgraciados, marranos, majunches, escuacas. La hoja cortante.

@carlosraulher

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