Cerrando Círculos…A Florencia Fuentes,
Ellos y Virginia Betancourt saben
Aqui conoci también milagrosamente y sin que nadie nos presentara a mi esposo...
Nunca he dejado de visitar y orar en la Iglesia de San Francisco
Hubo en la Biblioteca Nacional un departamento: Centro Bibliográfico Venezolano armónico y lleno de alegría…lleno de jóvenes que creíamos en la investigación para el rescate y difusión de la memoria del país. Nuestra jefa era una muchacha tan joven como nosotros pero acompañada de una historia familiar vinculada a la Biblioteca Nacional por sus padres el poeta nacido en Coche (Nueva Esparta) Vicente Fuentes y su madre Doña Flor Zapata, originaria de Valencia a la que no quiso volver más…Era un departamento que tomó la responsabilidad de continuar la publicación de la Bibliografía Nacional y de los Anuarios Bibliográficos Venezolanos interrumpidos en los años 40, trabajo orientado por Don Pedro Grases y un cercano Don Carlos Raúl Villasana…Pasaron cosas muy desagradables, tantas, que muchos iniciamos una escalada que acababa paulatinamente con nuestros sueños y esperanzas, y lo más grave, hirió nuestra alma hasta niveles muy profundos…A otros costó la profesión misma. Pero con el pasar del tiempo, siempre prevaleció lo hermoso: la amistad que nos une desde 1970 para mi, que fue cuando ingresé sin ser bibliotecóloga al grupo, de la mano de Roberto Lovera De Sola, la lección de dirección coherente humana y justa de Florencia, aun con quienes eran mayores que ella, los intercambios con Colombia y el hermoso Instituto Caro y Cuervo en la Hacienda Yerbabuena sobre la hermosa sabana bogotana, cuando Bogotá no era la belleza de hoy sino redadas violentas imprevistas, pedradas desde que llegábamos al aeropuerto por las protestas universitarias, gente durmiendo en las calles y avenidas, en el interior de las iglesias, que nos permite poder ver las mentiras que hoy pretenden instaurarse y sin empacho descubrirlas, como hoy cuando supe que corre en Valencia la idea que el M-19 al pacificarse fue fusilado en pleno…¡Qué mentes tan cochambrosas pueden crear ese cuadro goyesco!¡Esa fusiladera fue de la Revolución Cubana en 1959 y siguientes años, por favor, ubíquense!…cuando uno de los candidatos a la Presidencia del hermano país siempre ha sido un congresista proveniente de ese movimiento, igual que Piedad Córdova y tantos universitarios en aquellos años, que hoy son ejecutivos prósperos en Cali, Medellín, Bogotá o fuera del país. Como lo reconoce Pompeyo Márquez en su artículo sobre Don Rómulo Betancourt , hay que llegar a la madurez y a lo mejor “peinar canas” para reconocer entre el dolor de lo vivido, lo hermoso que esas mismas experiencias nos han aportado, con nobleza, aun entre los errores y los éxitos personales aceptar el de los otros, aunque miráramos la vida desde ópticas distintas sin resentimientos que llevan a tergiversar la historia o a morirnos en vida. Parte de la experiencia que vivimos en el Departamento fue la relación con la recién asignada Directora de la Biblioteca Nacional, luego Instituto Autónomo: Virginia Betancourt cuya vida ha publicado la prensa La entrevista de El Nacional fue la más grata de las leídas por la familiaridad con los personajes presentes en el bautizo del libro, libro por demás muy bien escrito y cálido que me presenta a una mujer que no vivi humana como Directora, menos aún como una niña que cuenta su historia familiar. ¡Esa no es la Virginia Betancourt que sufrimos muchos!…Hoy al fin puedo cerrar mi círculo
con ella, que reconozco comenzó a moverse desde que cenamos juntas una noche en la Abadia “San José”, al leer en “El Universal” que quien menospreció nuestro objetivo de vida profesional, nuestro trabajo en el Departamento, la importancia de la bibliografía nacional como memoria del país y aceptó que otros lo consideraran un “mero trabajo secretarial” o firmara cartas justificando nuestra destitución cruel e injusta declare: “AHORA CONFIRMO la importancia de los archivos, y veo por qué los historiadores dudan de los testimonios orales”…Uff…nunca es tarde bajar la cabeza ante la vivencia sentida en la propia carne y alma.
Por eso no es casual que antes de emprender un recorrido desde mi alma, aprovechando la primavera que vivimos, cansada este fin de semana de tanta política y mentiras (este artículo lo estoy reproduciendo en el 2011)pueda copiar con absoluta sinceridad y afecto, y no por el compromiso de referencista sin emoción que conoce a la Directora de la Biblioteca Nacional, la entrevista de Virginia Betancourt sobre su libro
“Vida en familia” (1890-1958) sin sentirlo un acto de absoluta insinceridad o hipocresía. Para mi era necesario, ya que ella subyace en esa experiencia de vida que conformó mi entorno juvenil y por qué no decirlo: mi compromiso como venezolana…Y para regar la semilla que convertida en raíz se secaba y permitirle que reviva absorbiendo otra vez con pasión, el nutriente que transformado en savia alimente mis ramas, hojas y de frutos en madurez, era necesario despojar de cerrojos enmohecidos esa puerta para que ¡al fin! se abriera y me deje pasar libre de carga innecesaria en mi largo camino en pos de mi misma.
Entrevista Virginia Betancourt Valverde, sociólogo
LA HISTORIA EN LOS OJOS DE UNA NIÑA
“Ahora confirmo la importancia de los archivos, y veo por qué los historiadores dudan de los testimonios orales”
ANA MARÍA HERNÁNDEZ G.
EL UNIVERSAL 4 de marzo 2008, pág. 3-9.
La idea de Virginia Betancourt Valverde era escribir un libro familiar, íntimo, que diera cuenta de su entorno personal. Pero al final no pudo evitar que esas historias mínimas estuvieran adosadas a la del propio país. El resultado es la obra Vida en familia (1890-1958), en la que el lector puede escudriñar algunas anécdotas reales de la hija de Rómulo Betancourt, pero también de un pedazo de la historia contemporánea de Venezuela.
-¿Desde cuándo viene gestando este libro?
-Hace tres años. Quise dejarles a mis hijos y a mis nietos un regalo: un CD con una serie de fotos en secuencia y un comentario. Para poder hacer la secuencia tuve que hacer la cronología privada de la familia. Eso me ayudó en cierto modo, pero no registraba otros aspectos. Y en la medida en la que empecé a hacer la cronología empecé a encontrar huecos, lagunas, lagos, una cantidad de información familiar que yo desconocía porque lamentablemente no hemos estado viéndonos estos años sino orientados al servicio público.
-Usted se refiere a su desempeño en la Biblioteca Pública…
-Sí, porque el servicio público de calidad es exigente. Mi búsqueda se convirtió en una experiencia muy interesante, porque eso incluía también a mi mamá, que es costarricense, y toda mi familia por el lado materno está allá. De repente no me acordaba del nombre de un tío abuelo, y había que acordarse porque él vivió en la casa donde yo estuve en mi infancia.
-¿Hay algún otro aspecto?
-El que tiene que ver con la propia tríada que formábamos mi mamá, mi papá y yo, que éramos inseparables. El único cumpleaños que celebramos en el exilio de Pérez Jiménez tuvo lugar en La Habana. Yo juraba que eran mis 15 años y resulta que fueron los 16. Eso lo aclaré porque me puse a revisar un libro de autógrafos, y mi papá me firmó uno cuando cumplí 15 años en Washington.
-Es lo positivo del dato que se verifica…-Ahora confirmo más que nunca la importancia de los archivos, y comprendo por qué los historiadores dudan de los testimonios orales. La memoria es tramposa, la gente probablemente no lo hace adrede, sino que se confunde. Y eso me obligó a tomarme en serio la búsqueda, porque me di cuenta de que había que confirmar ciertos datos. -
¿Cómo decidió hasta cuándo relatar la historia?
-Yo decidí que había que terminarla en el momento cuando cayó Pérez Jiménez y mis papás salieron de Nueva York para Caracas en plena huelga general. Pero luego dije: ‘¡No, señor! Eso tiene que seguir hasta que lo eligieron Presidente’. El problema era que yo no estaba en Venezuela sino en Chicago. Así que me puse a buscar en los archivos y encontré cartas de mi mamá. Es ella quien termina entonces el último capítulo, porque es su visión del regreso.
-¿Hay referencias políticas?
-Muy pocas. Resulta todo como muy fresco. El libro tiene muchas lecturas: puede ser el libro de una familia igual que la mayoría, que tiene abuelos campesinos, padres que se formaron en la universidad y pudieron llegar a la clase media; y permite ver la saga de un grupo de fundadores de Acción Democrática.
DATOS ADICIONALES
Libro. Vida en familia (1890-1958) de Virginia Betancourt Valverde. Editado por la Fundación para la Cultura Urbana. 249 páginas.
Política. La investigación política, especialmente en la historia contemporánea de Venezuela se puede llevar a cabo en la Fundación Rómulo Betancourt. (www.fundacionromu lobetancourt.org)
Publicaciones. La Fundación Rómulo Betancourt acaba de editar el séptimo volumen de los archivos del ex mandatario, en particular los producidos entre los años 1959 y 1964.
Si vamos a revivir la primavera reconozcamos también el valor de las palabras y de la lengua madre y los ancestros y eso lo hago con este recorte del año 2008
¿COMIENZO O FIN DE UNAS CULTURAS?
Se cumple el 450 aniversario de la primera gramática publicada en AméricaObra del fraile franciscano Maturino Gilberti
TZINTZUNTZAN, martes, 4 febrero 2008 (El Observador ).-
LA ACADEMIA MEXICANA CONMEMORARÁ
LA APARICIÓN DE LA PRIMERA GRAMÁTICA IMPRESA EN EL NUEVO MUNDO
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Se acaba de celebrar el Día Internacional de la Lengua Materna en todo el mundo y en países como México, al hacerse un recuento de las organizaciones que cuidan y han preservado las lenguas autóctonas, por ejemplo, las lenguas indígenas del país (cerca de 60 en activo), se olvida el papel preponderante de la Iglesia católica en este renglón.
Uno de estos aportes significativos de la Iglesia en México tiene que ver con la preservación de las lenguas habladas por las culturas y los pueblos precolombinos. En este campo, son muy apreciados los estudios, las doctrinas, las gramáticas y otros escritos de hombres como los franciscanos de la primera hora americana Fray Bernardino de Sahagún, en lengua náhuatl o Fray Maturino Gilberti en la purépecha.
Precisamente de éste último se ha celebrado recientemente el 450 aniversario de la publicación de su Arte de la lengua de Mechuacan. Esta obra del franciscano de origen francés –nacido en 1498 y muerto en Tzintzuntzan, Michoacán en 1585– que misionó en la Nueva España a partir de 1542, fue escrita en 1558, lo que la convierte en la primera gramática que se publicó en el Nuevo Mundo.
Es bien sabido que uno de los principales obstáculos para la primera evangelización de los pueblos mesoamericanos fue el desconocimiento de las lenguas autóctonas. Así, en el caso de los primeros acercamientos con los purépechas, los misioneros franciscanos debieron auxiliarse de intérpretes, o bien valerse de signos o señas que no siempre –o casi nunca– entendían los nativos.
Sin embargo no era fácil encontrar a los traductores suficientemente preparados y, sobre todo, los disponibles, puesto que muchos de estos intérpretes eran requeridos por los tribunales y oficinas de jueces y gobernantes. Así las cosas, los mismos frailes tuvieron que darse a la tarea de aprender las lenguas de los naturales.
Ahora bien, dado que no había la intención de hispanizar a los indios, y que el trabajo de evangelización tenía que hacerse completa y exclusivamente en lenguas indígenas, había necesidad de libros para ponerlos en manos de los religiosos, sea para que estudiaran los rudimentos, sea para que se perfeccionasen en las lenguas de sus fieles.
Así surgieron dos categorías de opúsculos con el fin de ayudar a la predicación de la doctrina cristiana: las gramáticas –o artes, como eran llamadas a la sazón– de lenguas indígenas –tarasca o purépecha, en este caso– y vocabularios por un lado,
y las Doctrinas, por otro, que eran compendios de la fe cristiana católica escritas en las lenguas de esta tierra
Fray Maturino Gilberti, reconocido como el más destacado lingüista del tarasco, desde su llegada a Nueva España fue destinado a la Custodia franciscana de Michoacán, perteneciente en ese entonces a la Provincia del Santo Evangelio de México, donde hizo gala de sus dotes de teólogo consumado y como un gran predicador de los indios.
Puso todo su empeño en hacer llegar el evangelio y doctrina cristiana en la propia lengua de sus fieles, por tal razón escribió, además de la ya citada obra, un Vocabulario en lengua de Mechoacan, y un Diccionario tarasco-español; además es autor de Tesoro espiritual en lengua de Mechoacan, Cartilla para los niños, en lengua tarasca, Tesoro espiritual de pobres en lengua de Mechoacan, Diálogos de doctrina cristiana en lengua de Mechoacan,–considerada su mejor obra–, Evangelios en tarasco y algunas traducciones de las Sagradas Escrituras, entre muchas otras.
En la reciente celebración por el 450 aniversario de la aparición de Arte de la lengua de Mechuacan, los estudiosos reunidos en el antiguo convento franciscano de Tzintzuntzan han dicho que la relevancia de la obra maturiniana consiste, primordialmente, en que «reconoce y registra características propias del purépecha a pesar de los modelos de la gramática en aquellos tiempos», además de que plantea desde un tratado de fonética purépecha, hasta reglas de ortografía, así como adoptar el modelo gramatical clásico para explicar la naturaleza de las palabras; y señalan que «es un tesoro poder ver el mundo a través del purépecha y el español», gracias al insigne misionero franciscano.
Por Gilberto Hernández García
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