Habla el físico profesional
El Nacional 3 de abril 2011
Más peligroso que mono con barrita
Existen fotos que por escalofriantes quedan grabadas para siempre, y aunque olvidadas, están allí para ser desenterradas como una pesadilla recurrente. Así me ha sucedido con una foto digna de película de ciencia ficción, que muestra una infinita sabana húmeda tapada por carcasas de televisores, computadoras, celulares. La vemos y sentimos que el hombre no sólo desaparecerá, sino que como único legado dejará ese erial apocalíptico. La foto en cuestión era la gran protagonista del artículo “Basura Tecnológica” de diciembre 2007 (http://ngenespanol.com/2007/12/basura-tecnologica) que en su momento publicara la revista National Geographic denunciando el uso por parte de Europa, de países asiáticos y africanos como vertederos de su basura a través de la figura de compañías de reciclaje y en nombre de un mundo verde… para ellos.
Vuelve nuevamente a mi esa foto para dejar en el aire la pregunta que me angustia: Si como humanidad somos unos incapaces para manejar la basura que producimos en nuestra carrera desenfrenada de consumismo y avidez energética ¿qué garantía tenemos de que quienes han decidido apelar a la energía nuclear como opción “barata, segura y limpia”, están realmente en capacidad de manejar los desechos radiactivos?
Como hijo de hombre de ciencia, me cuesta más de lo que pueda parecer en primera impresión, hacer la afirmación que haré: A esta cosa amorfa que apenas comienza a dibujarse llamada humanidad, le llegó el conocimiento de los procesos de fisión nuclear demasiado temprano. Nada más peligroso que un mono con hojilla o un hombre con una barrita de Neptunio 237… que valga la aclaratoria, puede ser peligrosa por 2 millones de años.
El argumento de “pocos accidentes-pocas muertes” (en comparación a explosiones de centrales eléctricas que funcionan con petróleo) que se le achaca a los reactores nucleares que andan dando vueltas por allí desde que en 1941 Enrico Fermi iniciara la carrera, para justificar la pertinencia de su empleo, me parece absolutamente desquiciado. Estoy seguro que nadie diría que los aviones son más seguros que los carros, si al caer estos por “ocasionales desperfectos” no sólo mataran a los pasajeros, sino que lo siguieran haciendo por los siguientes cien años con cualquier cosa que estuviese cerca; y en la modernidad el tema con una central nuclear va inclusive más allá del entorno inmediato si entendemos que la contaminación radiactiva afecta a agua, leche y alimentos sólidos que eventualmente viajarán en containers con su carga invisible de muerte.
Otro argumento importante para apoyar el uso de reactores nucleares habla de la inevitabilidad ante un mundo que para “prosperar” necesita más energía cada vez. No conozco una sola persona que ante un aumento de calidad de vida debido a subidas de salario, no descubra que para mantener el nuevo estatus necesite más. La fórmula nuevas posibilidades = nuevas necesidades sólo podemos romperla nosotros mismos, salvo que queramos entrar en una espiral de inflacionaria avidez. Estoy feliz con mi carrito a combustión y agradezco todas las posibilidades prácticas que me abre, pero igualmente estoy seguro que, de no haberse inventado jamás, igualmente seríamos hombres poblando la tierra… una tierra distinta, pero humanidad moderna al fin.
Dado que el tema se encuentra en la palestra nuevamente debido al peligro inminente a corto plazo (dicen los monos con barrita) para la humanidad, producto del tsunami que azotó a Japón; otro de los argumentos esgrimidos por los defensores de la tecnología nuclear para uso energético, fue sorpresivamente la lástima: “Japón no tiene recursos energéticos, así que no le quedaba opción”, le oí decir a compungidos esgrimistas. Resulta que la India viene creciendo con un consumo de 0,7% Kw por persona y China 1,6 Kw/persona (hablamos de la mitad de la población de toda la tierra), ¿Sabe usted cuál es el consumo por persona de Japón, país apenas más grande que nuestro estado Bolívar?, pues 6 Kw/persona… es decir el mayor de la tierra. Visto así, comienzo a pensar que todos estamos pagando las consecuencias de una radiactividad para varias generaciones, porque a algunos les encanta cambiar a cada rato de celular y prender muchos neones.
Salvo que se presente una tragedia de proporciones descomunales que obligue a los que queden mal parados a parar, la energía nuclear llegó para quedarse (casi medio millar de centrales nucleares en funcionamiento en este momento), por lo que estoy bastante claro que cualquier grito de protesta pidiendo su erradicación total es imposible y estéril; pero queda la esperanza de que la “crisis” (así llaman a la gracia de una posible catástrofe) en la central nuclear de Fukushima Daiichi en Japón, levante al menos las alarmas de la paranoia y por lo menos nos asustemos un poco, repito, con estos monos con barrita.
Vuelve nuevamente a mi esa foto para dejar en el aire la pregunta que me angustia: Si como humanidad somos unos incapaces para manejar la basura que producimos en nuestra carrera desenfrenada de consumismo y avidez energética ¿qué garantía tenemos de que quienes han decidido apelar a la energía nuclear como opción “barata, segura y limpia”, están realmente en capacidad de manejar los desechos radiactivos?
Como hijo de hombre de ciencia, me cuesta más de lo que pueda parecer en primera impresión, hacer la afirmación que haré: A esta cosa amorfa que apenas comienza a dibujarse llamada humanidad, le llegó el conocimiento de los procesos de fisión nuclear demasiado temprano. Nada más peligroso que un mono con hojilla o un hombre con una barrita de Neptunio 237… que valga la aclaratoria, puede ser peligrosa por 2 millones de años.
El argumento de “pocos accidentes-pocas muertes” (en comparación a explosiones de centrales eléctricas que funcionan con petróleo) que se le achaca a los reactores nucleares que andan dando vueltas por allí desde que en 1941 Enrico Fermi iniciara la carrera, para justificar la pertinencia de su empleo, me parece absolutamente desquiciado. Estoy seguro que nadie diría que los aviones son más seguros que los carros, si al caer estos por “ocasionales desperfectos” no sólo mataran a los pasajeros, sino que lo siguieran haciendo por los siguientes cien años con cualquier cosa que estuviese cerca; y en la modernidad el tema con una central nuclear va inclusive más allá del entorno inmediato si entendemos que la contaminación radiactiva afecta a agua, leche y alimentos sólidos que eventualmente viajarán en containers con su carga invisible de muerte.
Otro argumento importante para apoyar el uso de reactores nucleares habla de la inevitabilidad ante un mundo que para “prosperar” necesita más energía cada vez. No conozco una sola persona que ante un aumento de calidad de vida debido a subidas de salario, no descubra que para mantener el nuevo estatus necesite más. La fórmula nuevas posibilidades = nuevas necesidades sólo podemos romperla nosotros mismos, salvo que queramos entrar en una espiral de inflacionaria avidez. Estoy feliz con mi carrito a combustión y agradezco todas las posibilidades prácticas que me abre, pero igualmente estoy seguro que, de no haberse inventado jamás, igualmente seríamos hombres poblando la tierra… una tierra distinta, pero humanidad moderna al fin.
Dado que el tema se encuentra en la palestra nuevamente debido al peligro inminente a corto plazo (dicen los monos con barrita) para la humanidad, producto del tsunami que azotó a Japón; otro de los argumentos esgrimidos por los defensores de la tecnología nuclear para uso energético, fue sorpresivamente la lástima: “Japón no tiene recursos energéticos, así que no le quedaba opción”, le oí decir a compungidos esgrimistas. Resulta que la India viene creciendo con un consumo de 0,7% Kw por persona y China 1,6 Kw/persona (hablamos de la mitad de la población de toda la tierra), ¿Sabe usted cuál es el consumo por persona de Japón, país apenas más grande que nuestro estado Bolívar?, pues 6 Kw/persona… es decir el mayor de la tierra. Visto así, comienzo a pensar que todos estamos pagando las consecuencias de una radiactividad para varias generaciones, porque a algunos les encanta cambiar a cada rato de celular y prender muchos neones.
Salvo que se presente una tragedia de proporciones descomunales que obligue a los que queden mal parados a parar, la energía nuclear llegó para quedarse (casi medio millar de centrales nucleares en funcionamiento en este momento), por lo que estoy bastante claro que cualquier grito de protesta pidiendo su erradicación total es imposible y estéril; pero queda la esperanza de que la “crisis” (así llaman a la gracia de una posible catástrofe) en la central nuclear de Fukushima Daiichi en Japón, levante al menos las alarmas de la paranoia y por lo menos nos asustemos un poco, repito, con estos monos con barrita.
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